Caso Odebrecht, desacredita como nunca a la débil oposición mexicana

La oposición sufrió un revés histórico por múltiples errores que cometieron cuando fueron Gobierno. Había una clase política que no veía el temblor que venía pese al enorme malestar ciudadano por la corrupción y la falta de rendición de cuentas, opina Marco Fernández, politólogo del Instituto Tecnológico de Monterrey

La oposición mexicana, que no ha sabido ni podido levantar la cabeza desde el triunfo arrollador de Andrés Manuel López Obrador en 2018, se ha hundido todavía más en el descrédito provocado por el tsunami político de la trama Odebrecht, en el que el presidente surfea con comodidad. La gota que ha colmado el vaso tiene el nombre de Emilio Lozoya Austin.

El ex director de Pemex, extraditado desde España por recibir 10.5 millones de dólares en sobornos de la constructora Odebrecht, presentó una denuncia en la que implica en tramas de corrupción a los ex presidentes Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón Hinojosa.

Así como a la élite de los partidos que se han repartido el poder hasta ahora: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN).

Un hecho que le ha venido como anillo al dedo a López Obrador, quien ve en la denuncia un documento que aglutina a todos sus rivales políticos y que publicita a diario para dejar sin opciones a la oposición en las elecciones intermedias del próximo año.

El caso Odebrecht es la puntilla del ciclo político del peñismo, que fueron seis años muy largos de un descrédito total de la clase política, dijo este martes a Efe Martha Singer, politóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Décadas de descontento social

El descrédito de la oposición frente a un López Obrador, que conserva altos índices de popularidad pese a sus polémicas, no comienza en las elecciones de 2018 sino mucho antes.

La oposición sufrió un revés histórico por múltiples errores que cometieron cuando fueron Gobierno. Había una clase política que no veía el temblor que venía pese al enorme malestar ciudadano por la corrupción y la falta de rendición de cuentas, opinó Marco Fernández, politólogo del Instituto Tecnológico de Monterrey.

En 2012, Peña Nieto ganó la Presidencia presentando un nuevo PRI, el partido que había gobernado el país durante siete décadas y que en el 2000 había sido apartado por el PAN bajo el estigma de corrupto y autoritario.

Pero poco duró el espejismo de Peña Nieto, cuyo mandato estuvo manchado por la desaparición en 2014 de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el conflicto de interés en la compra de una mansión y los escándalos de corrupción entre gobernadores priistas.

A ello se suma ahora el presunto uso de sobornos por parte de Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, para comprar a legisladores del PAN para que aprobaran la reforma energética de 2013.

El PAN, un partido golpeado el año pasado por la detención en Estados Unidos de Genaro García Luna, secretario de Seguridad de Felipe Calderón, quien en 2006 inició una controvertida guerra militar contra el narcotráfico, por haber colaborado presuntamente con el Cártel de Sinaloa.

En los últimos 30 años se vivió un distanciamiento muy grande entre los gobiernos y la sociedad que logró articular López Obrador con un discurso del cambio y que ha dejado a los partidos de oposición sin base social, subrayó Singer.

Sin líderes a la vista

Los candidatos en 2018 del PAN y del PRI, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, también implicados ahora por el ex director de Pemex, no pudieron hacerle sombra a López Obrador, del izquierdista Movimiento Regeneración Nacional (Morena), y se retiraron de la política.

Esos partidos no tienen ahora ningún líder fuerte y visible que confronte al Presidente, quien cada mañana ofrece una rueda de prensa y arremete contra la oposición, a la que considera moralmente derrotada.

Fernández aseguró que el problema de la oposición es que los políticos del PRI y del PAN no tienen mucha sensibilidad y empatía para medir opinión de la gente, al contrario del Presiente, quien toma medidas efectistas e incluso populistas como vender el lujoso avión presidencial de sus predecesores.

(Agencia EFE)