Enrique Serna: los laberintos del poder

Por: Mauricio Flores

Repetida hasta el cansancio, la frase debió de haber sido una especie de abracadabra entre los puntales del viejo régimen, “voy a mover mis influencias”, comienzo del robo, la impunidad, lo injusto y criminal a escalas que aún ahora continúan sorprendiendo a propios y extraños.

La continuidad del estado de cosas, lo sabemos por la ciencias política, económica, sociológica y hasta fenomenológica, hubo de tener piezas fundamentales en su aceitado engranaje. Una de ellas, sita en el periodismo, tuvo su personificación en Carlos Denegri, “el líder de opinión más influyente de México”, ahora novelado por la pluma de Enrique Serna (Ciudad de México, 1959) en El vendedor de silencio.

        Un viaje a las cloacas del poder.

        O vuelta a un pasado aparentemente en sepia, el comprendido entre las décadas de los 30 a los 60, la nueva novela de Serna retrata con nitidez los mecanismos mediante los cuales el sistema político mexicano se sirvió de los medios noticiosos, y del llamado periodismo de opinión, para apuntalarse y legitimarse ante una sociedad siempre en desventaja. Componente que posibilitó al mismo tiempo la consolidación de un nuevo poder, otrora identificado como el cuarto, y encarnado en personajes como Denegri, que no el único, con una personalidad acentuadamente anómala tras de sí.

        El vendedor de silencio es también un anecdotario de infamias, las cometidas por quienes detentan el poder y un personaje en solitario que se dice periodista. Alianza que se sustentará, fundamentalmente, no por las características y contenidos de lo publicado sino por las omisiones, es decir, por los silencios asumidos por el informador. Las noticias, verdades, con las que éste (Denegri) chantajeaban a los protagonistas del sistema en beneficio particular hasta amasar muy grandes fortunas. Ilícito que se aderezará, fuego en la pradera, con el severo alcoholismo y el infame machismo del “reportero estrella”.

        Dividida en tres grandes apartados, El asedio, Contrapuntos, Encadenados, El vendedor de silencio recorre los pasillos palaciegos del régimen priista con nombres y apellidos. Su estructura narrativa en espiral lleva al lector a uno de los sexenios más conservadores de la historia, siempre identificado con la represión estudiantil de 1968, pasa por la consolidación del nuevo régimen emanado de la Revolución, avanza en el periodo estabilizador de los 40 y 50, para volver a la apertura de una nueva década y ese fatídico primero de enero de 1970. Órbita literaria en la que el lector visita además los laberintos de la adicción por los que el personaje transita hasta sucumbir, víctima de su otro gran padecimiento, la misoginia, en un hecho público de gran resonancia. (“Sorber el segundo, el trago liberador, el de la divina sensatez”).

Vender silencio

De acuerdo a lo recreado por Serna (El miedo a los animales, Señorita México, El seductor de la patria), habría sido Rodrigo de Llano, a la sazón director de Excélsior, quien encaminará a Denegri en su repulsiva carrera. (“Ya voy a cumplir seis meses como reportero de guardia y creo que en ese tiempo no ha recibido queja de mí. Tengo ambiciones más altas y quisiera pedirle, si es posible, que me permita entregarle un reportaje con mi firma”). Días después, De Llano le diría a Denegri: “…un periodista gana más dinero por lo que se calla que por hacer alharaca. En este negocio no sólo vendemos información y espacios publicitarios: por encima de todo vendemos silencio”.

        De ahí el título de esta nueva novela de Enrique Serna, uno de los escritores imprescindibles para adentrarnos en los laberintos del poder y, de manera aterrizada, en el perverso amasiato político-periodista.

        Enrique Serna, El vendedor de silencio, Alfaguara, México, 2019, 488 pp.

@mauflos

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