Por: Mauricio Flores *
De serlo, enigma, como asevera Vicente Quirarte, habrá que descifrarlo.
Escudriñar en sus claroscuros tibios y candentes, en la totalidad de sus letras, a fin de ser testigos de una revelación y del surgimiento (resurgimiento que se niega a morir) del poeta convertido en mito, solo adelantado por Sor Juana, que “dos siglos de ventaja” le lleva.
Ramón López Velarde: poeta-verdad, poeta-apariencia, poeta-loa, poeta-susurro, poeta-viaje, poeta-mujer, poeta-verdad.
El poeta de los treinta y tres “intensos y breves” años que sellan aún su presencia en las letras mexicanas.
“Pocos como él —escribe Quirarte en El fantasma de la prima Águeda— supieron traducir las dudas y zozobras del animal humano, pero también sus alegrías ante los simples rituales cotidianos y la incandescencia de la patria chica. Si a un poeta le basta escribir un verso perdurable para sentirse satisfecho, sus poemas de amor vulneran para siempre, y para siempre quedarán en nuestro patrimonio emotivo, en el caudal de nuestra lengua”.
¿Qué materiales contendrá la obra de López Velarde (1888-1921) que se torna susceptible de encumbramientos tales como el civismo y la nación, el amor y la soledad, la costumbre y el mañana?
“El año 2021 México conmemorará el centenario de la entrada en la inmortalidad de Ramón López Velarde. Si para entonces tenemos el país que no hemos merecido pero que merecemos, estaremos para dar fe del acontecimiento (…). En 1921 comenzaron los años López Velarde, porque entonces fue unánimemente reconocido con el título, peligrosamente ambiguo, de poeta nacional. No han llegado a su fin, porque sus poemas permanecen tan vivos como la odisea por él protagonizada, definida y exaltada. Unamos entonces nuestros afanes para seguir hablando con Ramón López Velarde y demostrar que el gran poeta, el auténtico poeta, es siempre nuestro contemporáneo”.
“Sus palabras —abunda Quirarte— son un manifiesto cuya tinta aún no seca, y en hay que buscar un rumbo para este país masacrado e incierto, pero como la Historia lo demuestra, siempre invencible y renaciente. Lo confirman las palabras del poeta que nos limpia la sangre y nos obliga a convertir cada uno de los minutos de nuestra vida en la obra de arte a la que todos estamos obligados”.
Poética del seductor
Panorámico y detallado, El fantasma de la prima Águedaes un pequeño opúsculo recientemente editado por El Colegio Nacional, institución a la que Quirarte pertenece y en el cual nos entrega acercamientos muy personales al jerezano, mediante las cuales el lector recorrerá lo esencial de las letras lopezvelardianas. Poeta en la Rotonda, Esbozos para un retrato, El fantasma de la Prima Águeda(poema que “proporciona gran cantidad de elementos para comprender la intimidad de López Velarde, su poética del seductor y su afán por permanecer como un tigre solitario, trazando ochos en el piso de una soledad buscada y defendida a pesar del propio poeta”), El poeta en la prosa y Una mitología llamada Ramón López Velarde.
En este último apartado, el autor realiza un rápido recorrido por la historiografía lopezvelardiana, que tantas estaciones de excepción y erudición ha presentado a casi un siglo.
“El mito de López Velarde nació el mismo día de su muerte —escribe Quirarte—. El suceso provocó de inmediato el lógico alud de panegíricos incondicionales. A ello se agregaba que López Velarde no tenía en su contra —al menos no de manera manifiesta— a esa especie maligna llamada enemigos literarios”.
¿Volver a López Velarde?, preguntará el lector? ¿Visitar a este autor no siempre buenamente ubicado en la tradición poético-literaria mexicana? ¿Cómo liberarlo de lastres institucionales, pueblerinos e interesados?
Responde Quirarte:
“Que no nos alarme celebrarlo porque siempre irá por delante de todos sus homenajes y mitologías. Luego de que en su honor los fuegos de artificio atruenen cielos zacatecanos, Ramón López Velarde se sacudirá la pólvora, la harina y el polvo de su traje para volver al temible luto ceremonioso que lo caracteriza. Continuará mirándonos con su apenas sonrisa, ambigua como los actos de su vida, igual que sus palabras prodigiosas”.
Descifremos, pues, a Ramón López Velarde.
Justo en este año que celebramos su entrada a la inmortalidad.
Vicente Quirarte, El fantasma de la prima Águeda, El Colegio Nacional, México, 2018, 104 pp.
* @mauflos