Por: Mauricio Flores *

Mucho lamenta nuestra humanidad la pandemia que le aqueja.

Penuria, enfermedad y muerte y ese freno involuntario que se le impuso a la reconfiguración del feminismo y el activismo radical, justamente hace un año.

Cuestiones que no es posible se hayan quedado tan pronto en cosa del pasado.

Esas grandiosas manifestaciones en las principales ciudades del planeta.

La consolidación de procedimientos que expusieron las más deleznables conductas masculinas, me too.

El protagonismo generalizado de la mujer en todos los ámbitos de la vida humana.

Un día sin nosotras.

Un día sin ustedes.

Partes de un todo casi inabarcable, renovado, vivo, esperanzador, que se refrescan a partir de la lectura de Niña, mujer, otras, de la británica-nigeriana Bernardine Evaristo (1959), novela merecedora del Premio Booker 2019, compartido con la canadiense Margaret Atwood.

Escritura propositiva, en momentos poética, teatral, rara, y que a partir de la exposición de diferentes estampas de mujer resume el despertar a “la posibilidad de tomar posesión de nuestro mundo como seres humanos de pleno derecho”.

Así lo dice Amma, tal vez la protagonista de mayor peso en la novela de Bernardine Evaristo, quien en su devenir va aglutinando la autoconciencia de muchas otras, iconoclasta del patriarcado y dramaturga a contracorriente en los todavía algo victorianos ambientes culturales londinenses.

Y es que todas las mujeres de la novela viven y crecen en Londres; salen de ahí en la búsqueda de nuevos espacios, vuelven; si bien sus orígenes sean también siempre resultado de diferentes mezclas.

De raza negra, Amma, Dominique, Carole, La Tisha, Megan, Grace y más, se van desarrollando en los mundos académico, laboral, sentimental, sexual, identitario, entre los permisivos años 80, el advenimiento del Brexit y hasta el terremoto Trump. “Menudo sainete el de nuestra época, es su mantra más reciente”.

Con independencia de su sitio en el sistema económico (madres e hijas, amantes y solitarias, hermanas y amigas)las mujeres de Bernardine Evaristo forman parte de una sociedad que avanza rompiendo los límites entre lo público y lo privado.

“Hoy en día”, asienta Carole, “la gente parece no poder vivir sin compartir con los demás todo lo que hacen, comidas, salidas nocturnas, selfis medio desnudos ante el espejo”. Por ello su sinceridad ante su condición de mujer cuando piensa:

“¡Castigada! Si, por mujer (…) e incluso contemplado la idea de extirparse el útero para librarse de las reglas de una vez por todas, lo que seguramente sería su mejor jugada profesional, una histerectomía táctica para mujeres con problemas menstruales”.

Que la Navidad (“época en la que la gente come y se da más caprichos de la cuenta en nombre de Jesucristo”) debería de llamarse Vanidad, y que una mujer debe aceptar su despido laboral si “la cachan comiendoalitas de pollo picantes en la trastienda” son ejemplos de las cotidianidades (bien contadas y con buen humor y mucho optimismo) que conforman la vida de las mujeres de esta novela, traducción a cargo de Julia Osuna Aguilar.

Mujeres, les négresses, en las que Bernardine Evaristo decanta su nuevo rol (“érase una vez los medios vilipendiaron tanto a las feministas que consiguieron apartar a generaciones de mujeres de su propia liberación porque ninguna quería que la tacharan de serlo”):el correspondiente con los días que suceden.

Aunque otra voz de mujer advierta, “el feminismo necesita movimientos de placas tectónicas, no un lavado de cara moderno”.

Bernardine Evaristo, Niña, mujer, otras, AdN, México, 2021, 492 pp.

* @mauflos