Narrar (reconstruir) Auschwitz

Por: Mauricio Flores *

Para fortuna de nuestra humanidad la memoria se niega a desaparecer y, aún ahora, setenta y siete años después, las atrocidades cometidas contra millones de personas en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial se materializan en advertencias vivas. Entre la reconstrucción histórica y la invención literaria, Auschwitz subsiste como una realidad que no debe volver a suceder.

Fue a mediados de enero de 1945 cuando los aliados comenzaron a bombardear las inmediaciones del campo, levantado por las SS del Ejército Alemán cinco años antes. La historia señala el 27 como el día exacto de la liberación, a cargo de las fuerzas soviéticas, y el 20 de mayo del 40 como la data de apertura, capitaneada por el temido Himmler.

Un nuevo libro, El chico que siguió a su padre hasta Auschwitz, del inglés Jeremy Dronfield, nos recuerda la épica desplegada por un grupo de víctimas del nazismo, quienes sobrevivirían apoyados en “el valor, amor, solidaridad y pura suerte”. Como lo advierte el título, sobra decir que basado en una historia real, aquí se cuenta la historia de los Kleimann, una familia judía vienesa y, específicamente la del padre (Gustav) y uno de sus hijos (Fritz).

Podremos estar ante una historia muchas veces contada, es cierto, pero el libro no deja de estrujarnos en cada uno de los capítulos en los que divide el peregrinar de los protagonistas: de la invasión alemana a Austria a la liberación y supervivencia de, comparada la cifra con los millones exterminados, unos pocos vueltos a nacer. Gustav y Fritz, nos dice la narración, “retuvieron el pasado, conscientes de que los vivos deben recoger la memoria de los muertos y llevarla con ellos y mantenerla a salvo en el futuro”.

Primero en Buchenwald (prisión destinada preferentemente a perseguidos políticos) y después en Auschwitz, padre e hijo establecerán un lazo de sobrevivencia al lado de miles de judíos más, pero también los esfuerzos y logros en la resistencia. Verdadera proeza de cara a la rigidez y brutalidad con la que actuaban los alemanes. Aun cuando algo desorganizada, la resistencia al interior de la prisión logró contacto externo con civiles y planeó y ejecutó fugas.

“Sé que tú, prisionero 68629, estás involucrado en un plan de fuga masiva del campo de Auschwitz”, le reclama en pleno interrogatorio un mando alemán a Fritz. Este resiste, “lo que de verdad quería hacer era luchar, y no era el único”. Ya en Mauthausen, un campo desbordado por los evacuados de Auschwitz, Fritz volverá a estar cerca de su padre. Queda por delante el camino a casa, una Viena destruida con torres antiaéreas de hormigón “alzándose imponentes sobre los bonitos parques”.

Hace setenta y siete años.

Jeremy Dronfield, El chico que siguió a su padre hasta Auschwitz, Planeta, México, 2019, 510 pp.

* @mauflos