La Odisea, tres mil años después

Por: Mauricio Flores *

Existen libros que trascienden al tiempo —verdad repetida, dirán los más— pero que al volver a nuestras manos refrendan su grandeza y esa extraña sencillez mediante la cual nos muestran lo verdaderamente meritorio y bello. Libros que conquistan su permanencia batalla a batalla. Odisea, por ejemplo, que como a otras obras cumbres de la historia el repetido lector le antepuso pronto el artículo La —igual que a Quijote— imaginario de Homero, considerado “el más grande poeta de todos los tiempos”.

También autor de Ilíada, Homero (1102 a. C.) fue desde entonces un creador (poeta) de gran popularidad. Ya en el siglo VIII de la anterior Era los griegos “veneraban” los fraseos insertos en ambas obras —síntesis de la sabiduría humana— y experiencia que se prolongó a nuevas épocas y civilizaciones. Sendos libros que pergeñados en forma de cantos, bien podrían también anclarse en la llamada transmisión oral, elemento fundamental del conocimiento humano.

Odisea…, preguntará el lector —en medio de pandemias y crisis planetarias—. Pues sí, justo ahora, cuando en librerías nos sorprendemos con una cordialísima edición a cargo de Blackie Books, que recupera la versión publicada por el clérigo inglés Samuel Butler hacia 1900, en traslado de verso a prosa. Esa que Jorge Luis Borges mirará como “la más fiel de las versiones homéricas” en un ensayo de los años treinta. Una novedad editorial milenaria, pues.

“Háblame, ¡oh, Musa!, de ese ingenioso héroe que viajó de aquí para allá después de saquear la famosa ciudad de Troya…” —arranca la obra, pesquisa en continuus sobre Ulises— valiente que “mató a unos cuantos en combate, y a otros mientras dormían; entró en Troya disfrazado de mendigo y, sobre todo, urdió la estratagema del famoso caballo de madera, gracias al cual los griegos consiguieron acabar con la resistencia troyana y ganar la guerra”.

Esto es lo que cuenta Odisea—la historia de un “regreso a casa” tras diez años de guerra, veinte, entre las dos proezas— y que se nombra así por ser el nombre en griego del propio Ulises. Que dicha guerra comenzó por una mujer, diosa de la Discordia, se sabrá al avanzar la lectura. Despechada de los dioses, la dama arrojaría al pie de otras tres, Hera, Atenea y Afrodita, una manzana-trofeo, a obsequiarse “a la más bella”.

Se ha dicho, 3 milenios después, que Odisea es “la obra literaria más influyente en la historia” —y un seguimiento de su recepción no le viene mal a nadie, mucho menos a quienes se adentren en ella por primera vez, como también a aquellos que decidan volver a maravillarse entre desdichas y bellezas, deshonras y lealtades— por lo que cualquier reedición supone un reto importante.

Cuestión que la publicación aquí referida cumple con exactitud y sumando datos referenciales, recreaciones y hasta guiños a la portentosa historia —día a día, canto a canto— con lo que su recepción, sin falsas erudiciones ni sitios comunes, está garantizada.

Y es que con el acompañamiento de las ilustraciones de Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón, Calpurnio, el texto La versión de Penélope, de Margaret Atwood, el micro relato La tela de Penélope, o quién engaña a quién, de Augusto Monterroso, el poema de Dorothy Parker y las canciones de Nick Cave & Bad Seeds y Javier Krahe, nadie soslayará el texto clásico.

“Si leo la Odisea —sostuvo Italo Calvino en Por qué leer los clásicos— leo el texto clásico de Homero, pero no puedo olvidar todo lo que las aventuras de Ulises han llegado a significar a través de los siglos”.

Juzgará el lector de nuestros días, 3 mil 200 años después.

Homero, Odisea, Blackie Books, Madrid, 2021, 480 pp.

* @mauflos