Por: Mauricio Flores *

La riqueza de su obra vendría después.

No obstante, a sus veintitantos años, Carlos Monsiváis tenía ya de sobra bien definidos los derroteros por donde desplegaría sus empeños intelectuales y personales, arquitectura de lo ahora conocido con el término de sociedad civil.

Afanes de Monsiváis (1938-2010), siempre presentes en el México contemporáneo, que hacia 1966 alguien identificaría como “causas perdidas”.

Ahora no, para fortuna de todos y de todas, y hasta de tod@s, pues ese universo monsivaiano habrá de incluir a los indígenas, los ecologistas, los no católicos, las feministas, los libertarios, los defensores de derechos humanos, los partidarios de la democracia económica, los adversarios de los fundamentalismos, los gays y las lesbianas, los defensores de los derechos de los animales, los propugnadores de la ética del futuro, los impulsores de la bioética humanista…

Causas “menores y marginales”, cada vez más protagónicas y centrales, con las que Monsiváis trazó una obra (fundamentalmente periodística, ensayística) con la que logró reconstruir intelectualmente el mapa de “la nación complementaria, la jamás reconocida, la sumergida en el abandono, el prejuicio, las campañas de odio”.

Decir que circula un nuevo libro de Monsiváis es quizá contradictorio y redundante a la vez.

Pero resulta que la célebre y velada Autobiografía (de Carlos Monsiváis), edición impulsada por Emmanuel Carballo hacia 1966, en el marco de la colección “Nuevos escritores mexicanos del siglo XX”, circula nuevamente. Ahora con sello de la Fundación Caballero Águila, y en venta exclusiva en el Museo del Estanquillo del Centro Histórico de la Ciudad de México, recinto que resguarda las desbordantes colecciones del cronista.

Autobiografía es un pequeño libro donde el autor expone su pasado infantil y juvenil, desde la perspectiva de una persona que no rebasa los treinta años. (¿Se puede ya a esa edad escribir el recuento definitivo de vida?). Y donde también, como acierta el prologuista de la publicación, Rubén Sánchez Monsiváis, “se vislumbran los intereses de Carlos”, siempre cercanos a “los movimientos sociales y culturales opuestos al autoritarismo e injusticias cometidas por los gobiernos del PRI y del PAN”.

Aunque dispersa, la obra de Monsiváis circula en nuestros días profusamente en cualquier librería o biblioteca. Faltaba esta Autobiografía que, aclaración del mismo Sánchez Monsiváis, no es “el primer libro”, ya que antes había publicado su Antología de la Poesía Mexicana del Siglo XX. El mismo Monsiváis, para entonces un cada vez más asiduo cronistas en medios impresos y radiofónicos, había dictado ya una conferencia sobre novela policiaca, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, texto que podría “firmar” cualquier “crítico prestigiado”, de acuerdo a José Emilio Pacheco.

En Autobiografía el lector se encontrará con un Monsiváis casi íntimo, sin recato al relatar sus primeros años, y un escritor con un estilo por demás definido, siempre cercano a la hilaridad y profundidad. “Donde se agota cualquier posibilidad de exhibir la vida privada en aras de un afán teorizante y del deseo de mostrar que no es parricida si bien se querría ser iconoclasta”, leemos.

De la “confesión” del autor, haber nacido en La Merced, a la “jactancia” de un “pequeño viajecito” que lo llevó a estudiar en Harvard, la confesión monsivaiana es también el fresco del México de medio siglo. Un país, una ciudad, que emergía de los ecos de la Segunda Guerra y caminaba hacia el desarrollo estabilizador y la conformación de colectivos y personalidades, luego protagónicas en la vida diaria.

“¿Cómo le hago?, díganme. En primer lugar, ¿cómo le hago para abandonar la triste y gassetiana idea de pertenecer a una generación? Y luego, ¿cómo le hago para superar la vieja sensibilidad que me tocó de herencia?”, escribe el cronista.

Sin generación…

Con estaciones en los cines de barrio y los gustos musicales, germen de lo que a la fecha es el gran acervo de ejemplos de la cultura popular, la entrada a la Universidad, la cercanía a las primeras causas populares y democráticas, Autobiografía es también inicial tributo a grandes figuras “formadoras”, sin importar la especificidad de sus perfiles. De Jorge Negrete a Francisco Villa; de Vasconcelos a Pellicer; de Paz a Bergman…

“Responsables”, en el caso de los grandes cineastas, de “la transformación continua de mi ensoñosa existencia, que lo mismo se imagina golpeada por gangsters, que sumida en un drama psicológico, que peleando bajo la lluvia con sables, que cabalgando intrépidamente tras el scout temerario que desafió a mi tribu”. (Visconti, Kurosawa, Fritz Lang, John Ford, Fuller, Walsh, Cuker, Capra, Hawks, Truffaut, Lubitsch, Busby Berkeley, Preminger).

“No admito a mi generación”, finaliza Monsiváis, galardonado en 2006 con la Orden Caballero Águila de la Fundación editora de Autobiografía: “la veo demasiado uncida al régimen imperante, la recuerdo siempre ligada a las generaciones anteriores en el empeño de ahorrarse trabajo, de disfrutar lo conquistado por otros. Las veo inerte, envejecida de antemano, lista para checar y reinar”.

“Aunque, desde luego, admito y admiro y trato cotidianamente a las excepciones. Me apasionan mis defectos: el exhibicionismo, la arbitrariedad, la incertidumbre, el snobismo, la condición azarosa. No sé si pueda llevar a cabo una obra siquiera regular, pero no sirvo para las finanzas o la política. Me aterra terminar. Tengo 28 años y no conozco Europa”.

Carlos Monsiváis, Autobiografía, Fundación Caballero Águila, México, 2019, 88 pp.

* @mauflos