Houellebecq, en mesas de novedades

Mauricio Flores

Fue con El mapa y el territorio, novela ganadora del premio Goncourt, tal vez el torneo literario que mayormente escapa a la mercadotecnia de las globalizadas casas editoras, que se le conoció en castellano.

O al menos desde entonces se le comenzó a seguir, puesto que ciertamente títulos suyos se conocían con anterioridad.

Ahora, traducción de Jaime Zulaika, Michel Houellebecq (Francia, 1958) nos sorprende con Aniquilación, obra donde se distinguen tonos y tramas menos hilarantes e instantáneas de la cotidianidad centroeuropea, pero que no deja de representar algo así como una nueva distopía a la mano de todos sus lectores y lectoras.

Aniquilación, la historia desplegada de Paul Raison, sucede en el (próximo) año 27, en un París similar al actual, sin advertirse los tiempos pandémicos.

Es el seguimiento a un hombre atribulado por su vida diaria, cargada de ciertos acontecimientos personales y laborales que desencadenarán en un fatalismo que no se sugerirá aquí, pero que bien pudieran anclarse en el de cualquier ciudadano de la actual Francia.

Parisino de clase media-alta, un poco más alta que media, vinculados al mundo de la política, que buscan convertir sus realidades en cuestiones más sencillas. Y es que quizá, en realidad, la vida es algo sencillo, de la que que casi no hay que saber nada, basta con dejarse guiar.

Año 2027 de una Francia que se debate en una nueva sucesión presidencial, ecos de sucesos y nombres de otros años, los actuales, se hacen presentes en la narración, para prolongarse al ámbito emocional del mismo Paul y el de sus relaciones familiares más estrechas.

Pareja distanciada, padre enfermo, hermanos incomunicados…

La vida humana, resume el mismo personaje, que se compone de una sucesión de dificultades administrativas y técnicas, entrecortadas por problemas médicos; con la edad, prevalecen los aspectos médicos.

Entonces, prosigue Paul, la vida cambia de naturaleza y empieza a parecerse a una carrera de obstáculos: exámenes médicos cada vez más frecuentes y variados escrutan el estado de tus órganos.

Concluyen que la situación es normal, o al menos aceptable, hasta que uno de los dos dicta un veredicto distinto. La vida cambia entonces por segunda vez y se convierte en un recorrido más o menos largo y doloroso hacia la muerte.

Con subrayados coqueteos a las preferencias literarias del autor, un Houellebecq que no se cansa de representar el excéntrico papel del mismo Houellebecq, a saber por qué los editores en castellano (Anagrama) le nombran en todos sus libros la primera star literaria desde Sartre, Anéantir (Flammarion) es además una espléndida muestra de cómo entretejer las estaciones de la vida diaria y con las de la literatura, o al revés.

Una novela que leeremos en muy pocos tramos, deslumbrados, deslumbradas, por sus reflexivas sentencias del tipo:

La infancia: quizá sea lo que desea todo el mundo.

Hoy en día toda pareja casada es casi necesariamente un matrimonio tramitando el divorcio.

El alcohol es paradójico; si bien a veces consigue dominar las angustias y ver todas las cosas con un falaz halo optimista, otras veces, al contrario, produce el efecto de aumentar la lucidez y por ende la angustia.

Y más.

Candidato islamista

Ya en mesas de novedades la más actual de las novelas de Houellebecq (en la anterior, Sumisión, 2015, el autor acude a otra coyuntura electoral francesa, inminente el triunfo de un candidato medio islamista, donde los sesentayocheros son tildados de momias progresistas agonizantes, sociológicamente exangües) el autor que aportó [en El mapa y el territorio] una viñeta de uno de los hombres más ricos del planeta, actuando en los laberintos del mercado del arte.

Es Carlos Slim Helú. Mexicano, de origen libanés. Por su aspecto nadie lo diría, ya lo sé, pero ha ganado montones de dinero en las telecomunicaciones: se calcula que es la tercera o cuarta fortuna mundial, y es coleccionista….

Michel Houellebecq, Aniquilación, Anagrama, 2022, 608 pp.

@mauflos