Cómo usted diga señor presidente

Morena puede ser conceptualizado como un partido personalista, de acuerdo con el politólogo Gianfranco Pasquino quien ha utilizado este término para catalogar a los partidos que tienen un bajo nivel de institucionalización, dependen de un liderazgo carismático y dentro de su seno existen diversos grupos y facciones que aspiran al poder. Los partidos personalistas que han alcanzado el poder al poco tiempo de haberse formado, buscan mantenerse unidos y evitar las rupturas

Por: Sebastián Godínez Rivera

La sucesión presidencial ha arrancado en México, los partidos se han estado preparando para definir los métodos para designar a las candidaturas que contenderán por la Silla del Águila. El oficialismo ya definió la forma en la que elegirán a la o el candidato de Morena, sin embargo, el método se estableció desde Palacio Nacional, no solo con miras de retener el poder, sino de mantener la unidad del instituto político.

Morena puede ser conceptualizado como un partido personalista, de acuerdo con el politólogo Gianfranco Pasquino quien ha utilizado este término para catalogar a los partidos que tienen un bajo nivel de institucionalización, dependen de un liderazgo carismático y dentro de su seno existen diversos grupos y facciones que aspiran al poder. Los partidos personalistas que han alcanzado el poder al poco tiempo de haberse formado, buscan mantenerse unidos y evitar las rupturas.

Cuando Manu Dobernier escribió que solo una escisión del hegemónico PRI podría representar una competencia para el oficialismo, parecía una visión futura y difícil de creer. Pero en 1988, la salida de la Corriente Democrática del PRI representó el primer indicio de una elección competida para el partido tricolor. En el actual contexto con una oposición desarticulada, solo la ruptura entre el morenismo podría representar un riesgo para la continuidad del proyecto del presidente López Obrador.

Por eso las reglas fueron establecidas desde la cúpula política y con ello mantener la unidad, sin embargo, aquí se muestra otro fenómeno de la cultura política mexicana y es que el presidente no solo es jefe de estado, sino también del partido. Morena es el vehículo electoral para competir en los comicios, sin embargo, el máximo dirigente es el presidente de la República. Una de las variables que comprueba esto es que al analizar la retórica del partido, este no tiene ninguna propia, sino que corresponde a la del presidente incluyendo sus calificativos y argumentos.

AMLO ha hecho más visible este esquema, pues durante los doce años de gobiernos panistas se buscó quitar visibilidad a este ritual, mientras que durante el último sexenio priista se retornó al tapadismo y al anuncio del candidato a través de los viejos sectores del PRI. Ahora nuevamente, el gran elector decidirá a su sucesor buscando la unidad ya no de toda la Familia Revolucionaria, sino de la Familia Transformadora.

Es cierto que el Consejo Nacional de Morena ha definido las reglas y el método, quizá esto es nuevo para la población mexicana. Pero el presidente es un conocedor del sistema y un  sagaz personaje que sabe cómo mover las fichas en su tablero sucesorio. No obstante, dentro de este análisis considero que la hipótesis central es que existe un tapado y este responderá a los impulsos del entorno político de fuera y de adentro, como escribió David Easton.

La consolidación de la 4T necesitará de un alfil que garantice la continuidad de su proyecto y que respete los intereses. La historia política mexicana nos da lecciones sobre el propio presidencialismo y una de ellas ha sido que dependiendo de los problemas que tenga el  perfil electo para suceder al presidente debe mostrar capacidad de adaptabilidad.

Por ejemplo, Lázaro Cárdenas en 1940 eligió a Manuel Ávila Camacho como su sucesor ante las tensiones que se vivían con Estados Unidos y el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Pues un perfil más moderado y menos hostil hacia el exterior, garantiza la permanencia del proyecto revolucionario y la independencia política de México. Para la sucesión de 1946 el último general que gobernó el país decidió apoyar al primer presidente civil, Miguel Alemán Valdés y con ello hacer a un lado a las fuerzas armadas quienes habían tenido un papel fundamental en las últimas décadas.

También en 1968, cuando restaban 2 años de gobierno a Gustavo Díaz Ordaz de su sexenio, la carrera presidencial se definió por la persona que en ese momento fue más eficaz para resolver las movilizaciones estudiantiles, Luis Echeverría. Por otro lado, entre 1981 y 1982, cuando la crisis económica golpeó fuertemente a México por la caída del precio del petróleo, el presidente López Portillo escribió que según los problemas del país, elegiría a su sucesor, si estos eran económicos sería Miguel de la Madrid, en cambio si eran políticos el elegido sería Javier García Paniagua.

En 1994 Carlos Salinas eligió a Luis Donaldo Colosio para blindar su proyecto económico y político, pero fue asesinado. Ante estos hechos Ernesto Zedillo asumió la candidatura presidencial, ya que la ley establece que para contender la persona debe renunciar con 6 meses de antelación a su puesto. Sin embargo, Zedillo fue el impulsor de una serie de reformas que democratizaron el sistema político, pero también acabó con el dedazo, marcando distancia entre la presidencia y el partido, dando como resultado la primera alternancia política del país.

Estos son solo algunos de los ejemplos históricos sobre las sucesiones presidenciales durante los años hegemónicos del PRI. Asimismo, el momento político que vivimos ahora muestra que los métodos pueden modernizarse y adaptarse al siglo XXI, pero la tentación de designar a quien sucederá al presidente en turno, es una preocupación para todos los mandatarios. 

En los próximos meses, las señales se intensificarán y la competencia podría llegar a ser encarnizada, pues en el ajedrez de la sucesión sólo hay un jugador, y posiblemente hacer un balance cuando por fin haya candidato, se podrá decir si las reglas fueron equitativas para todos o estas favorecieron al tapado. Cabe resaltar que de los 6 competidores solo 3 tienen posibilidades de abanderar a Morena rumbo al 2024.

Sebastián Godínez Rivera

Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.