“Fuego que no muere”: Vittorio Vidali en México

Por Mauricio Flores

Tu personaje es Vidali, le habría dicho a Claudia Marcucetti Pascoli el gran historiador británico Hugh Thomas, tienes que escribir sobre él… y contarás la historia del comunismo.

Ella, en la construcción de su nueva novela ahora en circulación, Fuego que no muere, se acercó a él para hablar –largas horas–de Tina.

Y sí, Fuego que no muere es un trenzado de historias personales, unas más conocidas que otras, desplegadas a lo largo de diferentes décadas del convulso siglo veinte.

Las de Tina (Modotti) y Vidali (Vittorio), en primer lugar, y con ellas las de un destacado colectivo de militantes de izquierda que incidieron, unos menos y otros más, en el curso de la historia planetaria.

Porque las estaciones de estos personajes fueron varias, México, Unión Soviética, España, Alemania, Italia…, siempre asumidas desde la perspectiva de lo que un ser humano es capaz de hacer para defender lo que cree justo.

Estos serían de manera resumida los presupuestos, licencias literarias en medio, de esta nueva novela que, aunque los editores nos ofrecen como un suspense en torno a la muerte de Tina Modotti, acontecida en la Ciudad de México del 1942, trasciende el conocido suceso.

Es más, me atrevería a sostener, una novela en torno a Vittorio Vidali, el enigmático revolucionario, pareja de la italiana durante años, y más conocido por su fama de rudo estalinista, casi un mercenario, además de un gran seductor.

En por lo menos dos grandes planos, Fuego que no muere refiere la llegada de Modotti a México, allá por los años 20 del pasado siglo, para adentrarse en los universos del compromiso social y la militancia y los ambientes artísticos.

Mujer frágil y fuerte a la vez, la italiana comenzará una carrera como fotógrafa al lado del famoso norteamericano Edward Weston, un hombre tan seguro de sí que rayaba en la petulancia, para suspenderla más adelante, escaladas sus afrentas amorosas.

(Hacia 1929 Modotti sería testigo de la muerte del revolucionario cubano Julio Antonio Mella, con quien vivía, y desde el momento víctima de un blanco de acusaciones ofensivas y hasta de violaciones, implicándola en el asesinato).

Todavía no había tenido el tiempo de acostumbrarse al eco sordo y agudo que el dolor de esa pérdida le provocaba, ni siquiera había tenido el tiempo de cambiarse la ropa mancha de sangre, la sangre de su hombre, cuando los periodistas ya habían comenzado a hostigarla con sus flashes, con su afán por conocer lo que llamaban el «nido de amor» y con sus sombrías suposiciones.

Tiempo después (cada vez más alejada de su actividad fotográfica, la que llegó a ser estelar publicando grandes registros en la prensa comunista de aquellos años), Modotti estrechará su relación con Vidali, llegando incluso a viajar por la geografía europea de la anteguerra.

A su retorno al país, la pareja se reinsertará con facilidad a las actividades revolucionarias, solo suspendidas por las intrigas en contra de Vidali y la sorpresiva muerte de Modotti, oportunidad para encontrarse con ella misma. No es nada… solo cansancio.

Pero Fuego que no muere (título que recupera la voz del poeta chileno Pablo Neruda durante el sepelio de la italiana) no es en exclusiva la novela de esos personajes en esos años. Avanza en el tiempo, apoyándose en la invención de otros personajes-testigos de los hechos. Un joven Armando, quien desde que presenció la belleza del cadáver de Modotti en la de las acciones justicieras del mismo Vidali.

Ir con los tiempos…

Un Vittorio Vidali para esos momentos ya viejo (diputado y senador del Partido Comunista Italiano y distanciado de aquel pasado estalinista). Es necesario ir con los tiempos y dejar atrás la idea de que la Unión Soviética es la depositaria de la verdad absoluta.

Oportunidad, siempre desde la maravillosa construcción narrativa de Marcucetti Pascoli, para el reencuentro Tina-Vidali y la reconciliación más interior de éste. Tal vez por ello el señalamiento de Thomas a la autora, tu personaje es Vidali….

(En Fuego que no muere, página 421-22, Vidali re reúne con el escritor mexicano José Revueltas en La Habana, reciente el triunfo de la revolución de los barbudos y no lejano el XX congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, a quien le dice:

Ha llegado el momento de que los viejos, mi querido Revueltas, buenos y malos, se pongan del lado y dejen a los jóvenes el campo de batalla. Tenemos, y me incluyo, que dejar que trabajen, que luchen, que hagan política por su cuenta: organizándose, equivocándose, tropezándose, cayéndose, pero solos. Solamente así, pasando por un doloroso proceso, se creará una nueva clase dirigente. Todos los demás, los viejos y los jóvenes-viejos… ¡a la galería, al mausoleo, al olvido! Deja el pasado en paz, por favor).

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Nacida en 1968 en Italia, aunque arraigada en nuestro país desde niña, Marcucetti Pascoli es también autora de Los inválidos, Heridas de agua y Donde termina el mar (novela), ¡Lotería! (cuento), Apuntes de viaje (ensayo) y De lecturas y vidas (periodismo).

Claudia Marcucetti Pascoli, Fuego que no muere, Planeta, México, 2023, 480 pp.

@mauflos