Ray Loriga, una lectura para el verano

Por: Mauricio Flores

La verdad, leemos en la nueva novela del madrileño Ray Loriga (1967), Cualquier verano es un final, nunca de explicaciones.

Lo que referido en diferente sentido, pongamos que contrario, sustentaría que la mayoría de las mentiras fracasan en su intención por el exceso de datos.

Así que si de invitar a la lectura de Loriga se trata, tres décadas ya desde que publicara por primera vez, bien podríamos hacerlo ahora así, pocas justificaciones y casi nada de datos.

Quizás tan solo con un almacenado de subrayados entre Lo peor de todo (1992) y este nuevo libro requetebién plantado en mesas de novedades.

Novelas, libros de cuento, incursiones en la cinematografía… conforman la obra de este autor.

Listado extenso que habría merecido clasificaciones entre generación x y murakamiano.

Y otras más…

Yorick tiene un amigo, nos cuenta el narrador de esta estrenada novela.

Algo más que eso, y de nombre Luiz.

Portugués, mayores detalles.

Ligados ambos en algún momento de sus vidas por cierta mediación personal, la de Alma, una especie de tercera en discordia que rápido ocupará su lugar en el verano ficcionado que se imaginó Loriga.

Donde personaje, narrador e incluso autor, a saber por ciertos guiños a lo que se sabe públicamente de la biografía lorigina, recibirán una llamada de alerta.

Puesto que Luiz ha viajado a cierta región de Suiza con pretensiones de inscribirse en un programa de suicidio asistido.

Suiza, sabemos, el país donde la decisión de no continuar más nuestras vidas está transparentemente regulada por la norma.

Eutanasia legal.

¿Qué lleva a Luiz hasta allá?

Una enfermedad, dirá el sentido común.

Nada más aburrido que la enfermedad.

Todos somos más o menos lo mismo en esas circunstancias, y la unidad de cuidados intensivos es una especie de factoría de ponte mejor y sigue o ponte peor y muere. Un hotel muy mal iluminado donde el ‘check out’ puede ser a cualquier hora y, en el peor de los casos, definitivo”.

(Cosas del azar: a pocos centímetros, en mesas de novedades libreras, Cualquier verano es un final se oferta al lado de Con R de Reality, del mexicano Luis Zapata (1951-2020) donde pasan ocho personas desahuciadas (canceres, tumores, VIH, eufemismo para la palabra ‘sida’, EPOC, diabetes, leucemia, angina) y el inventor de un programa de televisión [que rápido se convertirá en trending topic] a su vez ligado a personalísimas y desgarradísimas relaciones en paralelo).

Yorick irá por Luiz. A por Luiz, dirá la narrativa española.

En un intento, ¿lo conseguirá?, por posibilitar un reencuentro donde el primero destierre cualquier rencor de la imagen del segundo.

Hacia la perfección

Mantener la representación perfecta del amigo, el propósito, que con tanto esfuerzo ha construido desde que se conocieron.

¿Subrayados de Loriga? Aquí unos cuantos.

No hay whiskey que no destruya en un instante lo que un instante antes había conseguido construir. (Cualquier verano es un final).

¿Por qué te interesa tanto el boxeo? Porque los boxeadores no pueden dejar de ser honestos. Los demás sí. ¿Habrá boxeadores en tus canciones? Sólo si los boxeadores quieren. (Héroes).

Se dio cuenta de que es el hombre inocente el que prefiere y sólo aquel que arrastra una culpa se siente mejor entre la muchedumbre. (El hombre que inventó Manhattan).

Un hombre debería poder viajar de un lugar a otro sin perder su alma. (Rendición).

—A lo mejor el mundo entero es como México. En México, pase lo que pase, siempre tienen la misma gentuza organizándolo todo.

—Podríamos unirnos al Ejército Zapatista.

—Sí, y también podríamos ir a la luna a andar por encima de las huellas de Armstrong.

—Me temo que México y tú y yo tendremos que seguir esperando mucho tiempo hasta que al Dios imbécil le dé por dimitir. (Caídos del cielo).

¿Una lectura para este verano?: Cualquier verano es un final, de Ray Loriga.

Ray Loriga, Cualquier verano es un final, Alfaguara, México, 2023, 241 pp.

@mauflos