Reformar desde adentro (I)
La principal cuenta pendiente con nuestra democracia ha sido, ‘no construir un régimen de poder limitado y pluripartidista’, nuestra transición democrática iniciada en 1997 dio como fruto el fortalecimiento y la legitimidad al árbitro electoral para realizar los procesos electorales sin intervención del gobierno. Sin duda alguna, el esquema mexicano ha sido uno de los más completos en el mundo y ha despertado admiración de diversos países
Por: Sebastián Godínez Rivera
Luego de la primera alternancia en la presidencia en el 2000, se creyó que la democracia había florecido. Es importante destacar que el cambio de partido en el gobierno no es una reforma, mejora o cambio sustancial para el sistema político
La principal cuenta pendiente con nuestra democracia ha sido, no construir un régimen de poder limitado y pluripartidista, nuestra transición democrática iniciada en 1997 dio como fruto el fortalecimiento y la legitimidad al árbitro electoral para realizar los procesos electorales sin intervención del gobierno. Sin duda alguna, el esquema mexicano ha sido uno de los más completos en el mundo y ha despertado admiración de diversos países.
La principal crítica es que México se centró en dos reformas sustanciales que nos rigen hasta hoy en día y no pretendió llevarlas a otros alcances. Una de ellas fue la ciudadanización del IFE y dotarlo con una autonomía que hoy ha sido atacada y con pretensiones para ser capturado. La otra gran reforma fue la de 1994 cuando la Corte obtuvo su papel como tribunal constitucional, árbitro entre poderes y garante de derechos humanos con la reforma de 2011. Sin embargo, esto no ha impedido que sea colonizada u objeto de embates presidenciales para hacerse con el control de esta.
La crítica no es un menosprecio a nuestra transición, sino que es un reclamo a no profundizar las reformas en los ámbitos presidenciales, partidistas y legislativos que representen la pluralidad del país, ya que el sistema de partidos se caracterizó por los tres grandes (PRI-PAN-PRD) y la aparición de fuerzas menores que solo subsisten. Estos partidos se han visto disminuidos en el escenario político y han decidido crear un bloque opositor al gobierno, sin embargo, la realidad los ha alcanzado y la sociedad no se siente atraída por su oferta política y recuerda sus excesos del pasado.
Por eso Morena, al ser un partido nuevo logra atraer las voluntades de los sectores desencantados con los partidos tradicionales, lo cual lo ha llevado a gobernar 23 estados hasta el momento que escribo estas líneas. La construcción de un sistema de partidos nos lleva a que estos modernicen sus plataformas políticas y se abran a la sociedad, ya que la ciudadanía se siente distante de los institutos políticos incluso que sean más pragmáticos e innovadores en sus agendas.
Por el lado de limitar el poder, es importante destacar que esto solo puede hacerse con un esquema de democracia monitorizada como lo plantea John Keane. En este modelo existe el peso y contrapesos entre poderes aunado al control de la sociedad civil. En el primer modelo, la Corte juega un papel de árbitro, sin embargo, históricamente el Congreso ha sido el apoyo para sacar adelante programas de gobierno y a lo largo de la historia el sumiso ante los deseos presidenciales.
Autores como Benito Nacif y María Amparo Casar han afirmado que la fuerza del presidencialismo mexicano reside en el poder de las bancadas y no en las reglas formales o informales del sistema político. Esto a la luz de los hechos es cierto, pues los gobiernos divididos (1997-2018) tuvieron problemas para sacar adelante las reformas y no fue con el gobierno de la 4T que armó una mayoría artificial a través de la cláusula del 8% de sobrerrepresentación, que logró el 16% para tener la mayoría absoluta en la primera mitad del sexenio.
Es importante establecer esta nueva visión de un Congreso que cuestione y modifique decisiones, pero no solo en modelos de cohabitación, sino en contextos donde una fuerza política cuenta con la mayoría. Apostar a un gobierno dividido, sería caer en los errores del pasado y criticar que se obtengan mayorías sería atentar contra el principio de representación.
Es necesario exigir que el Congreso juegue un papel de contrapeso al Presidente sin importar el partido en el gobierno, esto se debe a la férrea disciplina partidista que existe en nuestro país, donde los institutos políticos atienden al dirigente y no a la sociedad que les ha otorgado una curul con su voto.
Es necesario cambiar la cultura del legislador y sus anteojeras de que deben el cargo al partido y no a los ciudadanos, pues este es uno de los grandes motivos por los cuales la sociedad los siente ajenos. No obstante, también es una tarea faraónica romper con la cultura política de la sociedad heredada del autoritarismo, que concibe la participación como el acudir a votar en las elecciones y desinteresarse del quehacer político y los debates que nos afectan a todos.
En el modelo monitorizado de Keane la sociedad organizada y no organizada juegan un papel de vigilantes de las decisiones políticas y cuestionan su validez. Se deben fortalecer las ONG para que funjan como contrapeso al poder, pero también con los métodos de democracia directa impulsados desde la sociedad como las consultas populares, referéndums y plebiscitos para que la gente incida en la vida política y NO hacerlo desde el poder como se ha hecho en la actualidad y que solo desgasta estas herramientas de participación.
Sebastián Godínez Rivera
Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.