El gran partido de México: el abstencionismo

Si bien que el 40% de la población no vote debe generarnos preocupación. Es evidente que este abstencionismo es síntoma de la fatiga democrática, entendida como el hartazgo o nulo interés en formar parte de las elecciones y el pluralismo. Se debe reconocer la culpa de estas personas por no interesarse en la vida de su país; puesto que muchas veces gane quien gane, se quejan, pero tampoco hacen nada por participar

Por: Sebastián Godínez Rivera

México como en toda América Latina atraviesa un proceso de desencanto con la democracia y las elecciones, esto se traduce en los bajos niveles de participación. Partiendo de que cuando hay comicios presidenciales, la participación ciudadana oscila entre el 59% y el 63%, este último en las elecciones de 2018.

Por otro lado, cuando hay elecciones intermedias en las cuales no se elige presidencia, pero sí Cámara de Diputados y varias gubernaturas esta alcanza en 53%, porcentaje más alto en 2021. Los politólogos constantemente nos preguntamos por estos bajos índices de participación, el cual debe ser interpretado como una insatisfacción con la democracia.

Ahora bien, dependiendo del tipo de elección, hay un sector muy grande de la población que no acude al llamado de las urnas, por lo regular la cifra se ubica entre el 36% y 41% de personas que no votan. Partiendo del modelo de elección racional, existen varios motivos por los que la gente no participa, por ejemplo: 1) poco interés; 2) ninguna candidatura les convence; 3) no cuentan con credencial para votar; o 4) el descontento con los partidos.

Si bien que el 40% de la población no vote debe generarnos preocupación. Es evidente que este abstencionismo es síntoma de la fatiga democrática, entendida como el hartazgo o nulo interés en formar parte de las elecciones y el pluralismo. Se debe reconocer la culpa de estas personas por no interesarse en la vida de su país; puesto que muchas veces gane quien gane, se quejan, pero tampoco hacen nada por participar.

Desde la óptica de la democracia y de una campaña muy fuerte para incentivar la participación, la realidad es que quien no participa no tiene derecho a quejarse. Las dos principales razones son: 1) tuvieron la oportunidad de votar por quienes quisieran, pero no lo hicieron; y 2) usualmente buscan culpar a los votantes por la persona que resultó electa, lo cual es paradójico ya que señalan a quienes sí ejercieron su derecho.

Las y los mexicanos vivimos en una democracia imperfecta y joven, la cual es perfectible y aún le resta mucho camino por recorrer. Como el célebre libro de Lorenzo Córdova y Ernesto Núñez Albarrán: La democracia no se construyó en un día. Esto es una realidad, las instituciones y las democracias consolidadas del mundo pasaron por muchas amenazas antes de adquirir el nivel que tienen y ni aún así quedan exentas de la seducción autoritaria.

Hace falta que la gente se apropie de la ciudadanía, se involucre en los grandes problemas nacionales y en la toma de decisiones. Si bien, es cierto que hay varias carencias en temas de seguridad, economía y desarrollo, pero estas no pueden ser las excusas para evitar la participación y con ello fomentar el abstencionismo.

Empero, la otra parte de la culpa puede ser achacada a los partidos políticos quienes no están interesados en movilizar a ese 40% de la población que no se siente parte de la toma de decisiones. Al contrario, reducen los votos y la política como si de operaciones básicas se tratara, es decir, si suma los votos A+B+C entonces obtendrán un umbral importante o mínimo que les permita seguir existiendo. Por eso aquí debemos tomar en cuenta 3 premisas fundamentales para entender el abstencionismo.

A). En México la ciudadanía coexiste con una partidocracia, la cual explica la lejanía y la desconfianza que se tienen mutuamente. El concepto de partidocracia se refiere a que los institutos políticos son vistos como franquicias y negocios, que se rigen bajo la premisa de Robert Michels, la ley de hierro de las oligarquías.

    Esta ley establece que solo una cúpula maneja los hilos del poder, por ende, reparte cargos a sus allegados. Por otro lado, esta élite se aleja de la ciudadanía porque no confía en que personas externas puedan cumplir con la lealtad y la disciplina partidista como alguien que se ha mantenido en la estructura.

    La realidad es que a estos no les interesa movilizar a esa base social por una razón: puede que estos votos no sean para ellos, sino para la oposición. No se arriesgarán a obtener un menor porcentaje de votos en caso de que un volumen más amplio de personas salga a sufragar. Esto puede entenderse como un acto de comida, pero también de protección a su marco inferior y superior de votantes.

    B). La crisis de los partidos está ligada al primer punto, pero es la fase superior de la desconfianza hacia los institutos políticos. Los partidos tradicionales se han quedado estancados en su zona de confort y de votantes que les dan una cantidad de votos para ganar o para mantener el registro.

    Si bien las agendas han cambiado desde la década de los noventa, los partidos mexicanos no han logrado abrazar estos nuevos temas como la diversidad sexual, medio ambiente, juventudes o el feminismo. La realidad es que estos partidos siguen anclados a sectores tradicionales, heredadas del entonces sistema del partido hegemónico.

    Mientras que varios sectores sociales los ven como fuente de desconfianza no sólo por los casos de corrupción, sino también porque utilizan las agendas según su conveniencia. La ciudadanía no percibe que estos las adopten con un objetivo de promover o implementar políticas que impulsen las nuevas agendas, sino que lo ven como un oportunismo político.

    C). El abstencionismo favorece la solidificación de sus bases partidistas, si bien parte fundamental de estos es consolidar apoyo popular, no necesariamente lo cosechan entre la ciudadanía y diversos estratos sociales. Es a través de las clientelas, condicionamiento de apoyos y los programas sociales en el terreno que mejor se mueven. Los institutos aspiran a consolidar bases manejables, en vez de apostar por una gama más amplia y plural de votantes que no necesariamente responden a un modelo clientelar.

    Como podemos ver existe una responsabilidad dual entre ciudadanos y partidos, mientras no se cambien estas antiojeras, el abstencionismo seguirá siendo el gran partido de México.

    PD. ¿De cuánto creen que será el nivel de abstencionismo de los comicios del 2 de junio, las elecciones más grandes de toda la historia (por tercera vez)? ¿Se reducirá el nivel de abstemios?

    Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.

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