Salvajismo en el trópico

El concepto salvaje se refiere a lo que es dominado por los sentimientos más primitivos como el odio y la furia, donde la razón se ve rebasada. En consecuencia, las decisiones tomadas reflejan una intención de lastimar o erosionar la vida democrática del país. La noción conceptual incluso liga el salvajismo con la demagogia, como la entendían los griegos, cuando el gobierno de la masa ha degenerado la democracia

Por: Sebastián Godínez Rivera

Desde la era de los grandes navegantes, América fue un enigma no sólo por su flora, fauna y ecosistemas que distan mucho de la Europa continental. Sin embargo, coincidían en que las pasiones tendían a manejar a los individuos y la racionalidad era dejada de lado. El término salvaje o salvajismo se utilizaba para nombrar de forma despectiva a los indígenas que habitaban en el Nuevo Mundo.

Empero, para efectos del texto, el concepto salvaje se refiere a lo que es dominado por los sentimientos más primitivos como el odio y la furia, donde la razón se ve rebasada. En consecuencia, las decisiones tomadas reflejan una intención de lastimar o erosionar la vida democrática del país. La noción conceptual incluso liga el salvajismo con la demagogia, como la entendían los griegos, cuando el gobierno de la masa ha degenerado la democracia.

Los gobiernos populistas que han surgido en América en el siglo XXI pueden ser catalogados dentro del salvajismo, por ejemplo, la forma en la que Hugo Chávez gobernó Venezuela reprimiendo a toda la oposición; en Nicaragua, Daniel Ortega ha derramado la sangres de los ciudadanos que piden democracia; en la isla de Cuba, Miguel Díaz-Canelo ha asumido el gobierno bajo el tutelaje de Raúl Castro. Estos gobiernos son los extremos del salvajismo por la violencia que han ejercido.

Sin embargo, en México a lo largo de estos cinco años bajo Andrés Manuel López Obrador, hemos presenciado la destrucción institucional, la conducción del país a través del desprecio y la polarización. El ejecutivo ha optado por conducirse a través del resentimiento para ejercer el poder, pero bien lo ha dicho él perdono, pero no olvido y está en lo cierto ya que son sus fobias a los contrapesos lo que ha predominado durante el obradorato.

Nacido en Tabasco y formado durante la era hegemónica del PRI el tabasqueño ha enfrentado la desigualdad, causa que según lo ha llevado a preocuparse por los pobres del país. En el trópico gobiernan las pasiones y las pulsiones autoritarias como el caso del ex gobernador Tomás Garrido Canabal, del cual López Obrador es férreo admirador. El diálogo no es una cualidad con la que cuente el ejecutivo, pero la imposición de su voluntad es algo que sabe hacer bien.

El mandatario ha dejado ver está estirpe autoritaria cuando la oposición políticas y social le ha hecho frente. Si bien, no llega al punto de la represión física como sus amigos de Cuba, Nicaragua o Venezuela, se puede notar que cuando es cuestionado sobre los hechos, el tabasqueño vierte una cascada de insultos descalificaciones y críticas sin fundamento que pretenden minimizar la situación.

He aquí el primer síntoma del salvajismo tropical, los discursos de odio que difunde desde Palacio Nacional no hacen más que dividir a la población. Al parecer esto es disfrutado por el inquilino del palacio, el sobajar verbalmente a madres buscadoras, feministas, académicos, ambientalistas o periodistas son pan de cada día. Asimismo, cuando se refiere a ellos tiende a remarcar la pronunciación de los adjetivos calificativos; mostrando que sus discursos pueden más que la investidura presidencial, a pesar de que él justifica que la cuida y la protege de los insultos que según sus adversarios difunden en medios de comunicación o las redes sociales.

Otra muestra de que el mandatario está dominado por las pasiones es con su célebre frase no me vengan con que la ley es la ley; una de las expresiones más controvertidas por la carga de violencia que conlleva. Desconocer la ley, implica violentar el pacto social establecido el cual marca límites para la convivencia pacífica de una sociedad. Además, desconocer el marco jurídico implica la profundización en los sentimientos pasionales y vislumbra los deseos de que el país se rija bajo su manto.

Aunque dice que no es posible aplicar la ley del talión, en realidad López Obrador como un Nerón moderno solo toca la lira mientras el crimen organizado se apodera del territorio; la pobreza se mantiene; y la democracia se erosiona. Es un personaje indolente que ignora a quienes piden justicia o su atención para resolver problemas, por eso Cecilia Flores, madre buscadora se vistió de beisbolista, tal vez así Nerón abriría las puertas de su palacio.

Su nula capacidad para ser empático con las demás personas es otro síntoma del autoritarismo salvaje. Sobre todo, por su capacidad para inventar un país que no existe y desacreditar a la realidad, puesto que cada cuestionamiento es invalidado a través de su victimización. El ejecutivo que tiene todo el poder, los medios de comunicación y la voz para refutar cualquier señalamiento, es el más agredido de toda la historia.

López Obrador, debido a su desarrollo político y personal puede ser encasillado como un demagogo o como impulsor del salvajismo tropical. Ahora bien, la referencia al trópico se debe a que México está ubicado geográficamente entre los trópicos de Cáncer y de Capricornio, líneas imaginarias o paralelas que atraviesan parte del subcontinente. El tabasqueño puede conceptualizarse dentro de esa categoría analítica.

Incluso cuando la Ciencia Política comenzaba a tomar forma, Montesquieu y Buffon desarrollaron la teoría del ambientalismo la cual establece que los países ubicados fuera de los trópicos son más racionales que las que viven en las zonas calurosas que se conducen por los sentimientos. En su momento la teoría generó debate y terminó siendo descalificada al considerar racista, no obstante, no está tan errada.

A lo largo de la historia hemos escuchado del México bronco o violento y en los últimos años fue el mismo López Obrador quien acuñó la frase soltar al tigre; esta frase desnuda y define el salvajismo al cual me refiero en el texto. La visión de un hombre en la que si se cumple su voluntad todo estará bien, empero, si esta es desafiada entonces está dispuesto a llegar a las últimas consecuencias, incluso si la violencia o un levantamiento es necesario.

El retrato del salvajismo tropical tiene un representante y es López Obrador, quien pasará a la historia no por ser el mejor presidente de México como él quería, sino por su intento de transmutar en un monarca sexenal y absoluto; consolidar un gobierno autoritario y clientelar como en su momento Calígula en Roma; además, de provocar un incendio nacional que no ha podido ser apagado y él solo toca la lira como Nerón.

Finalmente, el tabasqueño pierde el tiempo como Narciso, viéndose en un espejo y embelesado por una serie de logros que no son y que no existen. Así el salvajismo tropical.

Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.

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