Por: Mauricio Flores

¿Cuántos libros habrá publicado Ignacio Trejo Fuentes?

Unos treinta, quizá.

Entre sus primeros apuntes reunidos, acerca de las novelas chicana y mexicana contemporáneas, allá por la segunda mitad de los 80, hasta los más cercanos, reunión de sus brillantes incursiones en el cuento.

Trejo Fuentes, siempre activo en la prensa cultural mexicana y en la academia y en la amistad desinteresada, murió hace unos días.

Triste hecho que habrá que resarcir con lo mejor de las memorias personales y volviendo a su obra, especie de brújula de los interesados en esa experiencia llamada literatura (especialmente la de por estas tierras).

¿Qué libro del autor recomendar?

Propongo dos, atinadamente reunidos en una vieja edición del Conaculta (2003), Crónicas romanas y Loquitas pintadas, donde Trejo Fuentes se confirma como uno de los más vigorosos cronistas de nuestros años, en unos escenarios donde circulaban profusamente los diarios en papel y, con ellos, los suplementos culturales.

Libros que fueron publicados en la década de los noventa, luego de que sus textos aparecieron en las páginas del extinto unomásuno, y que como advierte la presentadora Angélica Aguilera, denotaron a un cronista observador y minucioso, con capacidad de encontrar incluso en lo más trivial algo digno de ser consignado.

Fiel testigo del momento, la crónica cambia, se adapta al lenguaje de sus protagonistas, hace eco de la vida, escribe Aguilera. Si Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera o Ángel del Campo retrataron la ciudad del siglo XX, Ignacio Trejo Fuentes da cuenta de la colonia Roma.

En efecto, pocos contemporáneos de ese enclave citadino para retratarlos como Trejo Fuentes.

En su medio centenar de entregas, el cronista comprueba la inexistencia de lo imposible. Todo es posible, todo es real…

Enumera Aguilera:

…un perro libidinoso y abusivo que violentamente hace sucumbir a sus requerimientos sexuales a un pobre albañil; una mujer inmensamente gorda empeñada en conquistar a los muchachos del rumbo; un grupo de jóvenes cuyo pasatiempo favorito es acostarse en plena avenida para obstruir el flujo de automóviles.

Loquitas pintadas, habrá que decir, prosigue la pauta de su antecesor, otro medio centenar de textos que lo mismo desnudan a Gloria Trevi que al ciudadano equis o a aquel vikingo que vino de Chiapas, ese que:

Sabe, también, decir poemas. Se sabe de memoria a Sabines, y a otros poetas chiapanecos que sólo él y Dios se conocen. Es una maravilla mirarlo por la Romaborracho, la camisa de fuera, cube en ristre, recitando poemas sin que su voz se quiebre, sin delatar su borrachera, siéndole fiel a su memoria.

¿Más libros de Trejo Fuentes?

Tu párvula boca, El último minuto. Cuentos de futbol, Faros y sirenas, Aspectos de crítica literaria, Amiga a la que amo, El vaquero más auténtico que existió.

Trejo Fuentes, que como Pastrana, el personaje de La muerte más estúpida de Loquitas pintadas (Recién casado, Pastrana emigró de la Roma y se instaló por la Doctores, muy cerca por cierto de la arena de lucha, pero ocasionalmente volvía para ver a sus amigos, para enseñarles nuevos albures, nuevas llaves, y por supuesto para invitarlos a las luchas y a seguirla en su casa. El querido Pastrana es extrañado ahora que se marchó definitivamente: asistió a una comida y al parecer se atragantó un hueso de pescado; no sabiendo qué hacer ante la angustia, corrió hasta su casa, donde su esposa lo despidió del mundo con un último abrazo) fue uno de esos tipos que se ganan el cariño de todos.

@mauflos