Permanencia de ‘El viejo y el mar’

Por: Mauricio Flores

¿Cuántas ediciones de El viejo y el mar, esa gran-pequeña novela del norteamericano Ernest Hemingway existirán a la fecha?

¿Cuántas traducciones?

¿Cuántos millones y millones de ejemplares vendidos?

¿Cuántas versiones en diferente expresión artística?

Quien escribe tiene entre sus manos una vieja edición de 1974, modesta y evocadora de otros tiempos, otros espacios, que se conserva bien.

Muy bien.

Incluso tiene un forro de papel-guarda (color verde) que la protege y protegerá, eso espero, durante los años por venir.

Demasiados años ya los de El viejo y el mar.

Hemingway la publicaría hacia 1952, y la misma merecería el Premio Pulitzer, antesala del Nobel de Literatura.

Siempre será El viejo y el mar el libro con el que identificaremos al grandísimo autor, nacido el 21 de julio de 1899 en Oak Park y muerto, por cuenta propia, la escopeta en la boca, el 2 de julio de 1961 en Idaho.

Cierto que para pergeñar esta novela el autor (aventurero, hablador y adicto) hubo de ejercer durante décadas el doble ejercicio de la escritura, tanto desde el periodismo como en la ficción, con logros medianamente reconocidos entonces por la crítica de la época.

Ejemplos: Adiós a las armas, Muerte en la tarde, Por quién doblan las campanas lustros y Las nieves de Kilimanjaro, ahora títulos a los que pocos le discutirán algo.

Pero llegó el año 1952, y con él una primera entrega de The old man and the sea, que, a cargo de la revista Life, vendió alrededor de 5 millones de ejemplares en 48 horas.

Sí.

5 millones de ejemplares en apenas dos días.

La sencillez de la trama, la lucha de un viejo por dominar a un pez, contiene sorprendentemente el verdadero y magno valor de las palabras.

Si bien el autor aseguré: no hay ningún simbolismo. El mar es el mar. El viejo es el viejo. El chico es un chico y el pez un pez… Todo el simbolismo del que habla la gente es shit. No más.

Publicado en español por la editorial Planeta, el libro pronto formó parte de diferentes catálogos editoriales y, en muchos casos, sin respetar los derechos originales de autor o traducción.

De ahí que El viejo y el marsuela ser un libro incompleto, resumido, mal ilustrado, pirateado y otras afrentas, siendo su esencia digna merecedora de la más extraordinaria edición.

Dedicado a Charles Scribner y Max Perkins, la novela permanece, con todo, como un grandísimo éxito donde quiera que se le tropiece a uno.

Habla de ese mítico Gregorio Fuentes, marino cubano, y de un Santiago que no necesita brújula alguna para saber dónde se encuentra el centro de su destrucción, que no de su derrota. Siempre podré orientarme por el resplandor de La Habana.

Completa reivindicación de su confianza en la narración y de su talento recuperado, según uno de los muchos biógrafos del norteamericano.

Ya que, se sabe, Hemingway habrá leído unas 200 veces el texto antes de entregarlo a su editor.

Ahora las pruebas están listas y no volveré a leerlo durante unos diez años. Cada vez que lo leo siento las mismas cosas que he sentido y 200 veces son suficientes, declaró el novelista.

Vida solitaria

Habrá nuevas ediciones de El viejo y el mar (ahora mismo desconozco cuál versión nos entreguen en la librería más cercana, a solicitud expresa, ¿tiene El viejo y el mar?).

Habrá también la remembranza de su historia, del momento en que la descubrimos, y de aquel en que la volveremos a disfrutar y hasta el de la voz de su autor, el viejo Hemingway.

El escribir es, en los mejores momentos, una vida solitaria. Las organizaciones pro escritores palían la soledad del escritor, pero dudo que mejoren su escritura. Crece en estatura pública según abandona su soledad y a menudo su trabajo se deteriora. Porque hace su trabajo solo y, si es un escritor bastante bueno, debe enfrentarse a la eternidad o la carencia de ella, cada día.

Ernest Hemingway, El viejo y el mar, Life, 1952.

@mauflos