Los partidos políticos mexicanos no son democráticos

Algunos politólogos como Robert Michels sostienen que es la ley de hierro de las oligarquías, la cual establece que existe una élite dentro del instituto político la cual impide que haya una democracia plena. Otros autores como Maurice Duverger argumentan que estos no son democráticos en plenitud, puesto que representan un pedazo de la realidad, luego entonces, dar paso a otras visiones implicaría la división de estos

Por: Sebastián Godínez Rivera

Polémicas se han suscitado a lo largo de la historia político electoral de México debido a que sus institutos llenan sus discursos de expresiones democráticas, pero no las ponen en práctica. Este no es un fenómeno exclusivo del país, al contrario es un comportamiento que ha sido estudiado por mucho tiempo y que parece ser una constante en los institutos políticos del mundo.

Algunos politólogos como Robert Michels sostienen que es la ley de hierro de las oligarquías, la cual establece que existe una élite dentro del instituto político la cual impide que haya una democracia plena. Otros autores como Maurice Duverger argumentan que estos no son democráticos en plenitud, puesto que representan un pedazo de la realidad, luego entonces, dar paso a otras visiones implicaría la división de estos.

En la academia existen diversas teorías que analizan desde la cientificidad el comportamiento de todos los partidos; empero, en el caso mexicano existen algunos que nunca han cambiado de liderazgos, otros son vistos como franquicias y algunos que se caracterizaban por buenas prácticas hoy ven su retroceso. Un ejemplo de los primeros es el Partido del Trabajo (PT) el cual nunca ha ganado una elección presidencial o de gubernaturas.

Su líder, Alberto Anaya, no ha dejado el cargo desde la fundación del instituto en 1990; con el paso del tiempo su presencia en el congreso ha ido aumentando. No obstante, en lo que respecta a su vida interna, el partido es lo más cercano a un modelo socialista autoritario como Cuba o Corea del Norte. Es decir, solo existe un liderazgo que controla la estructura y no permite la rotación de perfiles en su estructura, ya que esto conlleva a perder el poder.

El PT se identifica con la izquierda y pregona la democracia, sin embargo, no la pone en práctica en su estructura. A diferencia de otros partidos, no se le puede catalogar como un partido personalista, puesto que no depende de su líder para su supervivencia o tampoco existe una ideología que pregone. Pertenece a los partidos pequeños o la denominada chiquillada; acostumbrados a formar coaliciones como con el extinto PRD cuando López Obrador militaba en dicho instituto.

Gaetano Mosca, establece que las élites deben rotarse cada cierto tiempo, para evitar que haya estallamientos sociales o rupturas dentro del partido. Es pertinente reconocer que las élites no dejarán su poder en aras de un bien mayor y en el caso de los partidos esto es normal. En el caso del PT el eterno liderazgo de Alberto Anaya no parece molestar a los militantes, incluso pasa desapercibido, por lo tanto, no les genera incomodidad o algún cuestionamiento.

En otra categoría se encuentra el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el cual se ha caracterizado por coaligarse con todos los partidos que han gobernado el país desde el 2000. Este instituto es muy diferente a los partidos verdes latinoamericanos o europeos, los cuales proponen agendas medioambientales, se identifican con la socialdemocracia y son congruentes con sus posturas. El PVEM no sigue ninguno de estos parámetros, al contrario cambia de ideología cada sexenio.

En el 2000 se alió con el Partido Acción Nacional (PAN) para abanderar la candidatura presidencial de Vicente Fox Quesada; en 2006 se unió con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero perdió los comicios. Para 2012 compitió de nuevo junto al PRI lo cual le permitió acrecentar su poder; en 2018 cambió de socios y se unió al naciente Morena.  El PVEM ha probado las mieles del poder sin la necesidad de competir como otros partidos; tampoco ha necesitado de promover nuevas agendas para atraer a la población, sino que funciona como una franquicia; el PVEM apuesta por sus aliados más grandes.

De acuerdo a Otto Kirchkheimer, el PVEM podría ser catalogado como un partido cartel caracterizado por una desideologización total y porque depende excesivamente de las subvenciones del gobierno. Este instituto compite en aras de maximizar sus beneficios como diría George Tsbelis. La ideología no es un factor determinante en este tipo de partidos, al contrario limitaría su margen de actuación.

Además, ha adquirido tintes de partido atrapa todo o catch all, puesto que sus propuestas se mueven desde la izquierda hasta la derecha. En algún momento el partido del tucán promovió la pena de muerte contra secuestradores y asesinos, un planteamiento que es característico de las derechas. Hoy defiende los programas sociales y se hace llamar progresista; aunque esto implique criticar a sus anteriores aliados y políticas que apoyaron como el Pacto por México.

Otro ejemplo es Movimiento Ciudadano (MC), quienes se autoproclaman como la nueva política, no obstante están muy lejos de serlo. Su fundador es Dante Delgado, un ex priista que aspiró a ser gobernador de Veracruz y luego apoyó a López Obrador en sus dos intentos por ganar la presidencia. El instituto no responde a un modelo personalista ya que existen diversos espacios de deliberación y cuenta con varias visiones dentro de él.

Al contrario MC es un partido que aspira a tener un crecimiento y convertirse en una fuerza relevante. Su técnica de marketing le ha ganado varios seguidores, a pesar de que esto no necesariamente se traduce en votos. Los naranjas gobiernan dos de los principales estados de la república, pero también han presenciado rupturas debido al camino que el partido debería seguir. Las disputas entre el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, el mandatario de Nuevo León, Samuel García y el dirigente nacional Dante Delgado han formado 3 frentes dentro de MC.

La pluralidad dentro de los partidos es necesaria, pero Duverger decía que la disputa entre facciones conlleva a la ruptura y la división. Luego entonces, construir la cohesión se torna difícil, lo cual se traduce en debilidad partidista. El principal cuestionamiento a MC es que su líder proviene del antiguo partido hegemónico, aunado a la consolidación de su liderazgo que no permite una rotación interna; puesto que controla los órganos de decisión.

En conclusión, estos partidos tienen en común que la democracia no es una práctica común en su vida interna. Al contrario, reafirman los controles dentro de la estructura para evitar que haya una rotación de élites y así construir estructuras estáticas. En estos casos son los partidos más pequeños y de reciente creación los que instauraron prácticas autoritarias por dentro y venden la democracia al exterior, osea al electorado. El retroceso democrático no sólo se aprecia en los gobiernos o presidentes, sino que también es percibido dentro de los partidos.

Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.

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