México: un Estado esquizofrénico

Esta visión se integra por las vertientes democráticas, crecimiento económico, justicia social, el cumplimiento de servicios y reduce la brecha de desigualdad. No son perfectos, pero se acercan al nivel ideal en el cual deberían estar los Estados que cumplen con sus funciones. Ahora bien, luego de analizar los conceptos para revisar al Estado, es posible pasar a la realidad, es decir, el caso mexicano

Por: Sebastián Godínez Rivera

El politólogo Guillermo O´Donnell analizó al Estado como concepto y conjunto; su análisis se basó en la eficiencia, eficacia y efectividad de sus políticas públicas, pero encontró que habían otros que no cumplían con sus funciones. Por eso acuñó el término de Estado esquizofrénico el cual hace referencia a que este es funcional, definido territorialmente, pero combina en forma compleja características democráticas y autoritarias.

Además, tiene componentes de legalidad democrática, pero su carácter público se desvanece en las fronteras de varias regiones ya que no logra cubrir la totalidad de su territorio. Mientras más lejos del centro geográfico o de la sede de los poderes, su papel se difumina, al punto que hay lugares donde el Estado no logra ejercer control.

El concepto se utiliza para describir al Estado en su conjunto y todas las carencias que tiene para cumplir con sus funciones de seguridad, vivienda, educación y desarrollo. Esto se debe a su bajo nivel de consolidación ya sea por la falta de pluralismo, la nula consolidación democrática o  los vestigios del autoritarismo. A esto se suman las dinámicas poderes locales, los cuales son circuitos de poder que son incompatibles con lo nacional por la contradicción de ordenamientos.

Éste es uno de los primeros efectos, la incompatibilidad de legislaciones y la propia disputa de las élites centrales con las periféricas. También se atribuye, que las democracias emergentes pierden el ordenamiento mientras más se alejan del centro, por lo tanto, la debilidad institucional es característico de esto.

Luego entonces, hay un aumento de la criminalidad, prácticas ilícitas, tortura, estigmatización, negación de derechos de la mujer y  de diversas minorías, la impunidad, el tráfico de drogas, etc. Los problemas estructurales se reproducen y al ser un Estado famélico, no puede atender los temas, lo que da pie a que otros grupos o actores políticos asuman esos espacios.

El Estado esquizofrénico se distingue del Estado magro, el cual es conceptualizado por O´Donnell como la forma ideal. Este se entiende como:

“conjunto eficiente y menos poderoso de organismos públicos, que esté en capacidad de crear bases firmes para la democracia, de resolver progresivamente las principales cuestiones de la igualdad social y de generar las condiciones para alcanzar tasas de crecimiento  económico adecuadas a los efectos de mantener el progreso en las áreas de la democracia y de la igualdad social” (OˋDonell, 2015: 31).

Esta visión se integra por las vertientes democráticas, crecimiento económico, justicia social, el cumplimiento de servicios y reduce la brecha de desigualdad. No son perfectos, pero se acercan al nivel ideal en el cual deberían estar los Estados que cumplen con sus funciones. Ahora bien, luego de analizar los conceptos para revisar al Estado, es posible pasar a la realidad, es decir, el caso mexicano.

México desde que vivió la alternancia partidista y el derrumbe del sistema del partido hegemónico agudizó sus problemas. Es importante decir que durante la era del autoritarismo priísta estos existían y de alguna forma a través del aparato corporativo daban solución algún tipo de demandas. Empero, a raíz de la alternancia la cohesión se perdió y los grandes problemas salieron a relucir, los cuales se han profundizado a lo largo de los años y los sexenios que han encabezado los diversos partidos en México desde 2000-2024.

La violencia, la debilidad institucional, la pobreza, el estancamiento económico y la pérdida del monopolio legítimo de la violencia son variables que permiten afirmar que México es un Estado esquizofrénico. Los sucesivos gobiernos de la transición no han encontrado la forma de hacer frente a los problemas que aquejan a la sociedad. A esto se ha sumado, el colapso del sistema de partidos luego de 2018, el ascenso del autoritarismo, la erosión democrática, el aumento de las Fuerzas Armadas en las tareas civiles y la tensa relación de los poderes de la unión.

México en específico es la muestra del Estado esquizofrénico; en los informes del Departamento de Estado de los Estados Unidos se ha mencionado que el 60% del territorio nacional no está en manos del Estado, sino de grupos criminales. Además, como lo establece la propia definición, mientras más se aleja del centro, sus barreras se van erosionando; lo vemos con las disputas entre cárteles como Sinaloa, la violencia en Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapa, las matanzas en Tamaulipas o Baja California.

En tanto, a nivel municipal los grupos violentos asesinan como una forma de hacer sentir su poder lo cual es abierto desafío a la fuerza pública y la autoridad. Esto llega a las noticias desde ciertas localidades, pero basándonos en la definición de O’Donnell, mientras más alejado del centro, menos conocimiento se tiene de los hechos que llegan a ocurrir; por ejemplo, las zonas rurales.

Para que México logre consolidar un Estado magro debe atender todos los problemas que ha venido arrastrando desde el pasado. El fortalecimiento de este no implica sólo algunos rubros, sino que cumpla con todas sus funciones de servicios, seguridad, distribución de la riqueza y educación. Esto se logra a través de la atención de los problemas mediante una estrategia integral y que sea progresivo (no como cada seis años que el país se reinventa). Además, debe existir un trabajo multinivel para establecer una visión complementaria de trabajo y las acciones emprendidas.

Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.

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