Ortega y la cooptación del movimiento obrero
El orteguismo ha absorbido a los sindicatos como vehículo de apoyo, es decir, aparecen en los actos oficiales para vitorear al eterno líder revolucionario. Su papel se ha reducido al de respaldar a los personajes políticos, sin embargo, no cuentan con los elementos para proteger a sus agremiados. Ahora bien, esto no significa que las y los trabajadores se sientan cómodos con esta dinámica, sino que como en todo estado corporativo, son las cabezas de las centrales obreras las cuales disfrutan del poder político
Por: Sebastián Godínez Rivera
Desde el triunfo de la Revolución Sandinista el movimiento obrero fue pilar de este como forma para presionar a la autocracia de Somoza. Luego durante la llegada de la democratización se convirtió en pilar del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). No obstante, desde que Daniel Ortega regresó al poder en 2007, intentó cooptar a las centrales obreras y sindicatos; sofocando su autonomía y erigiéndose como el presidente obrero afianzó los métodos de control.
El orteguismo ha absorbido a los sindicatos como vehículo de apoyo, es decir, aparecen en los actos oficiales para vitorear al eterno líder revolucionario. Su papel se ha reducido al de respaldar a los personajes políticos, sin embargo, no cuentan con los elementos para proteger a sus agremiados. Ahora bien, esto no significa que las y los trabajadores se sientan cómodos con esta dinámica, sino que como en todo estado corporativo, son las cabezas de las centrales obreras las cuales disfrutan del poder político.
La Central Sandinista de Trabajadores (CST) es el principal cuerpo obrero del país y como su nombre lo indica pertenece al partido gobernante. También está el Frente Nacional de Trabajadores (FNT) que de igual forma es allegada al gobierno. Esto se comprueba porque son los principales cuerpos que aglutina a los trabajadores; aunado a que también son las principales que negocian con el gobierno el aumento del salario.
Por ejemplo, la CST y el FNT tienen claros tintes oficialistas que se caracterizan por avalar las posturas del gobierno orteguista. En 2019 se posicionaron en contra de la rebelión que estalló en Bolivia por la reelección de Evo Morales. Partiendo de que una de las labores de los sindicados es defender a los trabajadores y no intervenir o posicionarse en favor o en contra de gobiernos extranjeros. Esto habla del alto nivel de ideologización que tienen estas centrales y que fungen como enclaves del orteguismo.
Ahora bien, sindicalistas como Onofre Guevara López han señalado que la CST y el FNT se adhirieron a la campaña presidencial de Ortega y así perdieron su autonomía. El objetivo era vivir a través del gobierno y disfrutar de las prebendas que este pudiera darles; con ello sellaron el destino de miles de trabajadores que aspiran a mejorar sus condiciones de vida.
Cabe destacar que este modelo de estado corporativo, donde el presidente tutela a los sindicatos es el más dañino, debido a que no permite que los trabajadores ejerzan su autonomía. Al contrario, como una suerte de pirámide son los dirigentes y el gobierno quienes gozan del poder, pero no es así para todos sus agremiados. El control sindical siempre ha sido una constante en Nicaragua y América Latina, en el que las relaciones obrero-patronales sean mediadas por un gobierno todopoderoso.
Por otro lado, puede que existan pugnas entre las organizaciones patronales y los sindicatos, quienes amenazan con parar la producción o declarar la huelga. Sin embargo, esta estrategia sirve para que el gobierno intervenga y solucione el problema; por ejemplo, en 2023 los trabajadores de la CST amagaron con estallar protestas si los empresarios del el Consejo Superior de la Empresa Privada no aumentaban el salario. Al final, el gobierno resolvió el conflicto y no hubo huelga.
Sin embargo, afirmar que el movimiento obrero ya no tiene ninguna influencia o no hay oposición al régimen sería una falacia. En 2018 cuando el gobierno decretó un aumento de cuotas y la reducción de los servicios que brinda el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, la gente salió a las calles; estudiantes, obreros, empresarios y sectores de la iglesia católica. El objetivo era obtener dinero para pagar la deuda que Nicaragua ha contraído con la burguesía internacional.
La situación en Nicaragua no es fácil, el Estado ha sometido a los trabajadores y así evitar la movilización social que podría generar la libertad de asociación. Ortega ha establecido un autoritarismo corporativo en aras de mantener el control social; sobre todo, por el contexto político y social que vive la nación. Sin embargo, aquí reside uno de los pilares del autoritarismo que ha logrado mantener a Ortega en el poder; no obstante, ese control social es muy endeble al punto que en cualquier momento podría caer debido al hartazgo y la represión ejercida.
Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.
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