Por: Mauricio Flores *
Haber sido un gran ladrón de bancos y el fugitivo más buscado de Norteamérica, hicieron de Willie Sutton uno de los ejemplos más representativos de la deslustrada figura del antihéroe del siglo veinte. Lo que no quedó ahí, ya que el tiempo lo instaló también en el centro de la saga narrativa de J. R. Moehringer (Nueva York, 1964), autor que con cuatro títulos en su biblioteca personal es a su vez paradigma de la relación entre periodismo y literatura, no siempre bien lograda y reconocida.
Es difícil apostar ahora por uno de los libros de Moehringer.
Cuál es el mejor.
El bar de las grandes esperanzas, especie de autobiografía donde el autor se vuelca a confesar, con detalles de narración novelística de gran altura, la infinidad de estorbos familiares, sociales y personales en el crecimiento de un norteamericano de los años setenta. Recuento que identificará en el sitio más inesperado, un bar de provincia, “el punto de encuentro más igualitario de todos los que existían en América”, la cuerda de salvación para un hombre a nadita de ser derrotado por “la culpa” y “el desprecio por uno mismo”.
Open, las memorias personalísimas del tenista Andre Agassi que se decidió a reconstruir a partir de la lectura de El bar… El deportista buscó al novelista y entre ambos lograron el libro, igualmente revelación de los momentos más importantes en la vida del primero, habitados de caídas y recuperaciones en los terrenos de la adicción y la escasa o nula autoconciencia. Un gran tenista que, por cierto, siempre detestó esa práctica atlética.
El campeón ha vuelto, pesquisa que Moehringer-periodista hace acerca de Bob Satterfield, legendario boxeador norteamericano de mediados de siglo al que ¿encuentra? perdido en la vagancia y el anonimato. El libro, que podría mostrarse como ejemplo de las mejores maneras para realizar un reportaje, pero, más subrayadamente, en cómo redactarlo, es también registro de submundos y debilidades, tan de los hombres del triunfo y el reconocimiento generalizado.
A plena luz, lo nuevo del autor en librerías y que presentado como “historia real” anuda las revelaciones de un mismo personaje, Willie Sutton, sobre toda una vida dedicada al asalto de sucursales bancarias y los consecuentes encarcelamientos y fugas. Una obra que se podría resumir en la frase “el arte de robar”, y que derrumba uno a uno los caminos de la heroicidad del personaje, tal y como los conocemos o pensamos conocerlo.
Decidirá el lector.
Willie Sutton es un cínico, nadie lo duda, pero detrás de él hay una ocultada esencia, y unas claves a descubrir en los avances de la lectura y hasta su bello final, que lo revelarán como “la encarnación parlante de América”. Cuestión posible mediante la incorporación de dos personajes más, Reportero y Fotógrafo, que acompañarán al ladrón por los sitios claves de sus antiguas fechorías, todo en un día, tras su salida de su última prisión, ya casi un anciano y enfermo.
A plena luz es así un nuevo ejercicio memorístico (novelado también a lo grande) de Moehringer, ganador del prestigiado Pulitzer, que nos coloca frente a los dilemas del recuento y la auto-observación, pilares a partir de los cuales se levanta la buena literatura. En especial la que considera al oficio periodístico como un elemento valiosísimo y de no menor nivel.
Qué es robar…
“Qué es robar un banco comparado con fundar un banco”, pregunta adjudicada al dramaturgoBertolt Brecht. Lo sabe Willie Sutton, enamorado fiel, gran solitario, lector incansable, mito creciente, y por eso mismo nada ni nadie lo detiene. Contradictorio Willie Sutton, especie de Robin Hood neoyorkino, prototipo que se repite en la mayoría de los cánones de la literatura universal.
¿Cuál es la verdadera historia de este gran ladronzuelo? “La que recordaba, la que le contaba a la gente y la que ocurrió en realidad —leemos en A plena luz—. Dónde se solapaban aquellas tres vidas, nadie lo sabe,y que Dios coja confesado a quien intente averiguarlo. Lo más probable es que ni el propio Sutton lo supiera”.
Termina la novela, pero no el mito Sutton. “Chico, a vosotros, los periodistas, les encantan los mitos, ¿verdad?”.
Quedan su memoria del famoso “tercer astronauta” (muerto, por cierto, la semana pasada a los 90 años). “Eh, chico, ¿sabías que cuando los astronautas volvieron a la Tierra, Collins estaba hecho una mierda? Le dijo a los médicos que después de ver la Luna constantemente, después de orbitar a su alrededor una y otra vez sin llegar nunca a posarse sobre ella, se había enamorado irremediablemente. No lo digo yo, lo dijo él. Enamorado de la Luna, ¿te lo puedes creer, chico? Imagínate lo solo que tienes que sentirte para enamorarte de la Luna”.
J. R. Moehringer, A plena luz, Duomo, Barcelona, 2021, 476 pp.
* @mauflos