Por: Mauricio Flores

Como cada cuatro años, en la coyuntura de un nuevo campeonato mundial de futbol, lectores (y lectoras) tuvimos la oportunidad de acceder a contenidos bibliográficos de diversa factura, a la vez acierto de editores de aquí y de allá..

El futbol, experiencia planetaria, tiene tras de sí manifestaciones narrativas dignas de comedimiento para completar así esos buenos ratos que suelen acompañarnos desde nuestras primeras infancias.

Un ídolo, un gol, una jugada, un grito de alegría, un sonido, una música.

Esa música callada del futbol, a la manera de la que el español José Bergamín escuchó en el toreo, que cala en lo más hondo de cada uno de nosotros (de nosotras).

Ensayos, narrativas, reportajes, historias, anécdotas, diatribas… volvieron a circular al tiempo que el balón rodaba en el escaparate verde de excelencia y, de entre muchos de ellos, buen sabor dejó Gol sostenido, una selección a cargo de Alejandro Mancilla y Juan Carlos Hidalgo y prologada por Rafael Toriz, bajo el sello Elefanta.

Un sonido, o la ausencia de él, entrelazado a otro y a otro y a otro, aprendemos con el tiempo, va conformando algo llamado música.

Suena la música…, se ha dicho siempre.

En cualquier escenario, sea el escogido creado exprofeso o el más circunstancial que pueda imaginarse.

Y sí, suena también el futbol.

Leve o fuerte, de acuerdo a ejecutantes y escuchas, como empeñado en dotarse, al tiempo que se recrea a sí mismo, de una música especial que lo identifica.

Suena desde su inicio: un agudo silbatazo. De ahí hasta su fin: un alarido de triunfo o derrota de sus jugadores y espectadores.

Se escucha también ahora, en pleno Mundial, como se escucharon las vuvuzelas en 2010, ruido ensordecedor que supo templar el español Andrés Iniesta, autor del gol que le otorgó la copa a su selección.

Sigue sonando el futbol, a unos días de llegar a su final este nuevo campeonato mundial, desde las páginas de Gol sostenido, que tiene su más notoria particularidad ser autoría de protagonistas ubicados en el universo de la música.

Un libro que se integra por textos de músicas, músicos y periodistas musicales para quienes el futbol ha tenido una impronta vital decisiva, y para quienes el futbol ha sido un enigma, porque libro no es una publicación apologética, refiere Toriz.

Una pléyade de espíritus canoros donde encontramos a Alonso Arreola, María Barracuda, Federico Bonasso, Ely Guerra, Ali Gua Gua, Darío Espinosa, Mariana H, Luis Díaz, Iván García, Yolanda Chío, entre un misceláneo más.

¿A qué suena el río de la memoria cuando recordamos la infame historia de derrotas de la Selección mexicana, que nos ha legado una poética propia lindante con las fibras más íntimas de un camaleónico ser nacional?, pregunta Toriz, como adelantándose a la certeza de los resultados más recientes.

Mejor volcar los sentidos a otras experiencias, y que desde la frescura del ser de sonido, deleita de mejor manera.

A decires como los de Darío Espinosa (bajista de Panteón Rococó), quien revela la cercanía de la agrupación con el club de futbol alemán St. Pauli, que pasa de segunda a tercera división y viceversa, pero que desde 2000 nos ha robado el corazón.

¡Pero carajo, eso que importa! Somos testigos de cómo nuestra música y su práctica futbolística están unidas por una ideología común y, coincidentemente, por el mismo símbolo, el de una calavera, ícono permanente de Panteón Rococó, que a más de un cuarto de siglo sigue vivito y pateando el balón.

Desde el niño que fue, Alonso Arreola regala quizás las más bonitas anotaciones de este Gol sostenido, una donde cuenta de cómo conoció a Maradona y, apenas hace dos años, escribió sobre su muerte.

El niño que fui también vio a Maradona hacerle dos golazos al gran Jean-Marie Pfaff en el Azteca. El niño que fui está muy triste, pues algo de él se va desvanecer hoy, como la tinta azul de esa temblorosa pluma Bic que suplicaba por un autógrafo y que llevaba tantos años en el cajón. Adiós ídolo. Adiós.

Gol sostenido, selección de textos: Alejandro Mancilla y Juan Carlos Hidalgo. Prólogo: Rafael Toriz, Elefanta, México, 2022, 388 pp.

@mauflos