Víctor Jara, medio siglo después
Por: Mauricio Flores
Lo dice con claridad Joan Jara, en realidad de apellido Turner, quien fuera esposa del cantante chileno Víctor Jara (1932-1973), abatido en el estadio de Santiago, habilitado prontamente como centro de reclusión y tortura de los militares que hace cincuenta años derrocaron el régimen democrático de Salvador Allende: vivimos en una sociedad cuyas heridas no sanarán hasta que veamos que se ha hecho justicia.
Aseveración que se repite (Turner la escribió en 1983, data de la primera edición del libro Víctor Jara, un canto truncado, ahora editado por primera vez en México por la Cámara de Diputados con el título Víctor, un canto inconcluso) y que cobra especial significado justo cuando, en vísperas de la conmemoración de esos funestos días para la democracia planetaria, sabemos de la sentencia en contra de los responsables directos de la muerte del cantante.
Muchas veces me han preguntado si todavía guardo rencor a los responsables de la muerte de Víctor, escribe Turner, y sólo puedo responder que, aunque es imposible vivir con el odio a cuestas, también es imposible perdonar cuando nadie pide perdón ni da la menor muestra de arrepentimiento.
Conforme el tiempo ha pasado, los hechos de aquellos aciagos días, a prolongarse durante años hasta que un no despegó al militar golpista Augusto Pinochet del poder en Chile, se han ido colocado en la memoria de los hombres y las mujeres de las sociedades contemporáneas. La esperanza de mejores días, imperativo de la labor artística del propio Víctor Jara, gana terreno en diferentes latitudes del planeta.
Y mucho de lo que perturba en el texto de Turner, las historias de su vida, las de Víctor y las de muchos otros que, al lado de la pareja, dedicaron su labor artística al apuntalamiento del proyecto cultural de la llamada Unidad Popular chilena, entre 1970 y 1973, vivifica a la vez. Víctor, un canto inconcluso es una representación de la alegría y el bien, en escenarios constante y marcadamente negativos y perversos.
Sostiene Turner:
Durante los años transcurridos desde el golpe militar en Chile, he recibido tales muestras de amor, amistad y aliento de tantas personas del mundo entero, que ahora me siento lo bastante aislada del dolor como para recordar la felicidad. La vida me ha enseñado que la mayoría de nosotros somos víctimas de nuestros prejuicios, de ideas preconcebidas, de falsos conceptos sobre quién es nuestro ‘enemigo’ o qué nos es ‘ajeno’, provocados por nuestro entorno y sobre todo por los medios de comunicación a los que estamos sujetos. Pero también me ha enseñado que esas barreras son artificiales y pueden derribarse.
Nuestra América
Dividido en trece capítulos que muestran escenas de luces y colores, características de los años 60 y los primeros 70, Víctor, un canto inconclusoanota las fechas claves en la conformación de una alternativa socialista y democrática, a la vez, para las sociedades de la llamada nuestra América. Como bien retrata ese 3 de noviembre de 1970, día en que Allende juró el cargo de Presidente.
Entonces, escribe Turner, Santiago fue testigo del festival cultural más increíble de toda la historia chilena. En doce escenarios al aire libre instalados en diferentes puntos del centro, los principales grupos culturales y artistas individuales montaron actuaciones continuas en una atmósfera constantemente festiva. En esa ocasión no sólo participaron los políticamente comprometidos, sino instituciones como la Orquesta Sinfónica, la Filarmónica, el Ballet Nacional y, por supuesto, los artistas del movimiento de la Nueva Canción Chilena.
En el capítulo 7, Las puertas se abren, la autora refiere las primeras giras que los artistas identificados con el gobierno de la Unidad Popular realizaron por distintos países, incluido México. Cantó y habló de Chile [Víctor Jara] al presentar sus canciones en todo tipo de lugares: grandes salas de conciertos, radio y televisión, reuniones sindicales y universidades, en su recorrido en todo el continente, desde México hasta Buenos Aires.
(La presencia de Víctor Jara en México, que mucho merece rastrearse y documentarse, incluyó recitales, al menos, en la sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes; la Peña de Los Folkloristas, por los rumbos de Coyoacán; el auditorio de la Facultad de Medicina, en Ciudad Universitaria; la Casa del Lago, en Chapultepec; y una grabación de estudio en las instalaciones del Canal 11, del IPN. La estancia del cantante se dio entre el 5 y el 17 de noviembre de 1971. Tres años después (74), el periódico Oposición, del Partido Comunista Mexicano, editó el disco Víctor Jara en vivo, grabado en Ciudad Universitaria, señalando a Ralph Kaiser como ingeniero de sonido y con las canciones El arado, Ni chicha ni limonada, Te recuerdo Amanda, Plegaria del labrador, El lazo, Versos de Joaquín Murrieta, Camilo Torres, Zamba del Che y Las casitas del barrio alto).
Bienvenida esta primera edición en México de Víctor, un canto inconcluso, fiel y digno registro (…creo que soy un apasionado, porque tengo muchas esperanzas. Y audaz, por problemas de timidez. Por sobre todo, soy un hombre feliz de existir en este momento. Feliz de sentir la fatiga del trabajo. Feliz porque cuando uno pone el corazón, la razón y la voluntad de trabajo al servicio del pueblo, siente la alegría del que empieza a nacer de nuevo) espléndidamente pergeñado.
Joan Jara, Víctor, un canto inconcluso, Cámara de Diputados, México, 2023, 308 pp.
@mauflos