Julian Assange, es usted “hombre libre”, dice la jueza al fundador de WikiLeaks, tras declarase culpable de violación a la Ley de Espionaje de EU
El acuerdo exigía que Assange admitiera su culpabilidad en un único cargo de delito grave, pero también le permitía regresar a Australia sin pasar tiempo en una prisión estadounidense. La jueza lo sentenció a los cinco años que ya había pasado en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, en Reino Unido, donde estuvo luchando contra su extradición a Estados Unidos por una acusación que podría haber conllevado una larga pena de prisión. Antes de eso pasó siete años atrincherado en la embajada de Ecuador en Londres
Redacción Círculo Rojo
El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, se declaró este martes culpable de violación a la Ley de Espionaje al obtener y publicar en 2010 archivos militares y diplomáticos clasificados de Estados Unidos, en un acuerdo con fiscales del Departamento de Justicia estadounidense que garantiza su libertad y pone fin a una larga saga legal que ha suscitado cuestiones controvertidas sobre la libertad de prensa y la seguridad nacional.
La declaración de culpabilidad se produjo por la mañana en el tribunal federal de Saipán, capital de las Islas Marianas del Norte, un territorio estadounidense situado en el Pacífico, relativamente cerca de la Australia natal de Assange y que se acomodó a su deseo de evitar pisar el territorio continental de Estados Unidos.
El acuerdo exigía que Assange admitiera su culpabilidad en un único cargo de delito grave, pero también le permitía regresar a Australia sin pasar tiempo en una prisión estadounidense. La jueza lo sentenció a los cinco años que ya había pasado en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, en Reino Unido, donde estuvo luchando contra su extradición a Estados Unidos por una acusación que podría haber conllevado una larga pena de prisión. Antes de eso pasó siete años atrincherado en la embajada de Ecuador en Londres.
Sonrió levemente cuando la jueza de distrito, Ramona Manglona, le impuso la sentencia y lo declaró hombre libre.
La conclusión permite a ambas partes tener cierto grado de satisfacción. El Departamento de Justicia estadounidense, que enfrentaba a un acusado que ya había pasado un tiempo considerable en la cárcel, pudo resolver sin juicio un caso que planteaba espinosas cuestiones jurídicas y que podría no haber llegado nunca a un jurado dado el lento ritmo del proceso de extradición.
Assange, por su parte, se mostró a regañadientes satisfecho con la resolución, afirmando ante el tribunal que, aunque creía que la Ley de Espionaje contradecía la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, aceptaba las consecuencias de solicitar información clasificada a fuentes para su publicación.
Jennifer Robinson, una de las abogadas de Assange, declaró a la prensa tras la audiencia que el caso sienta un peligroso precedente que debería preocupar a los periodistas de todo el mundo.
Es un gran alivio para Julian Assange, para su familia, para sus amigos, para quienes le apoyan y para nosotros –para todos los que creemos en la libertad de expresión en todo el mundo– que ahora pueda volver a casa, a su Australia, y reunirse con su familia, comentó.
Assange, de 52 años, llegó al tribunal con un traje oscuro y la corbata suelta después de volar desde el Reino Unido en un avión fletado acompañado por miembros de su equipo legal y funcionarios australianos, incluido el máximo diplomático australiano en el Reino Unido.
El sitio web de filtración de secretos, que Assange fundó en 2006, dijo en su propio comunicado que agradecía a todos los que estuvieron a nuestro lado, lucharon por nosotros y permanecieron totalmente comprometidos con la lucha por su libertad.
En el interior del tribunal, Julian respondió a las preguntas básicas de la jueza Manglona, quien fue nombrada por el ex presidente Barack Obama, y pareció escuchar atentamente.
Assange, se mostró optimista y relajado durante la audiencia, escuchando atentamente y a veces bromeando con la jueza. Mientras firmaba su acuerdo de culpabilidad, bromeó sobre la diferencia de nueve horas entre el Reino Unido y Saipán. En otro momento, cuando la jueza le preguntó si estaba satisfecho con las condiciones del acuerdo, respondió: Podría depender del resultado, provocando algunas risas en la sala.
Hasta ahora, todo bien, respondió la jueza.
El acuerdo de culpabilidad, revelado el lunes por la noche en una carta poco detallada del Departamento de Justicia estadounidense, representa el que posiblemente sea el último capítulo de una lucha judicial en la que está implicado el excéntrico experto informático australiano, quien ha sido celebrado por sus simpatizantes como un defensor de la transparencia, pero atacado por miembros intransigentes de la comunidad de seguridad nacional, quienes insisten en que su desdén por el secreto gubernamental puso vidas en peligro y fue mucho más allá de los límites de las tareas periodísticas tradicionales.
La declaración de culpabilidad resuelve una causa penal iniciada por el Departamento de Justicia durante el gobierno de Donald Trump en relación con la recepción y publicación de cientos de miles de bitácoras de guerra y cables diplomáticos que detallaban crímenes del ejército de Estados Unidos en Irak y Afganistán.
Los fiscales alegaron que se asoció con la ex analista de inteligencia del Ejército, Chelsea Manning, para obtener los documentos, incluso conspirando para descifrar una contraseña informática del Departamento de Defensa, y los publicó sin tener en cuenta la seguridad nacional estadounidense. Los nombres de fuentes humanas que proporcionaron información a las fuerzas de Estados Unidos en Irak y Afganistán se encontraban entre los detalles expuestos, según los fiscales.
Pero sus actividades suscitaron una avalancha de apoyo por parte de los defensores de la libertad de prensa, que elogiaron su papel a la hora de sacar a la luz conductas militares que, de otro modo, podrían haber quedado ocultas. Entre los archivos publicados por WikiLeaks figuraba un video de un ataque con helicópteros Apache realizado en 2007 por las fuerzas estadounidenses en Bagdad, en el que murieron 11 personas, entre ellas dos periodistas de Reuters.
(Fuente Agencias/Fotos X)