El absolutismo mexicano
La furibunda actitud se ha materializado en exponer el teléfono de la periodista, Natalie Kitroeff, quien envió por escrito un cuestionario sobre los presuntos señalamientos sobre el dinero del crimen organizado en la campaña del 2018. López Obrador dijo que si tanto le preocupa a la periodista, que cambie de número y ya. Una actitud sumamente autoritaria, pero que lamentablemente no es nueva con los periodistas
Por: Sebastián Godínez Rivera
El presidente López Obrador se ha comportado como Luis XIV o como Carlos I, con tintes autoritarios y absolutistas. Las investigaciones periodísticas del New York Times, Latinus y ProPublica, han despertado la ira del ejecutivo, quien ha exigido le bajen unas rayitas a su prepotencia. No es nuevo que los periodistas generen malestar e incomodidad al mandatario porque no son serviles como algunos que asisten a Palacio Nacional.
Sin embargo, la furibunda actitud se ha materializado en exponer el teléfono de la periodista, Natalie Kitroeff, quien envió por escrito un cuestionario sobre los presuntos señalamientos sobre el dinero del crimen organizado en la campaña del 2018. López Obrador dijo que si tanto le preocupa a la periodista, que cambie de número y ya. Una actitud sumamente autoritaria, pero que lamentablemente no es nueva con los periodistas.
El Ejecutivo es conocido por los juicios sumarios que ejerce desde la mañanera contra todo aquel que cuestiona su gobierno o su familia. El papel que cumplen las y los comunicadores en democracia es el de hacer más transparente a los gobiernos; como decía Rysard Kapuściński, los medios no son la oposición de los gobiernos, pero sí obligan la rendición de cuentas. No obstante, aunque la transparencia no es el fuerte de muchos gobiernos, existe un abismo entre amedrentar y su famoso derecho de réplica.
La respuesta más preocupante de López Obrador fue sobre la Ley de Transparencia está la autoridad moral y política, porque yo represento a un país y a un pueblo que merece respeto. El denuesto de la ley es algo que ha caracterizado al presidente, pero sobreponer su autoridad moral es alarmante, porque si bien es el representante del Estado mexicano, no lo es de lo que él llama pueblo.
Mucho se ha luchado en la historia de la humanidad para garantizar la libertad de expresión e información, la cual es ejercida principalmente por periodistas. Desde la Ciencia Política autores como Thomas Hobbes en el Leviathan y The Cive, argumentó que los monarcas absolutistas podían suprimir los medios y la libertad de expresión en aras de mantener la estabilidad. Empero, esos textos fueron escritos en 1651 durante la guerra civil inglesa.
Dudo que López Obrador haya leído esos textos de Hobbes, porque si así fuera entonces tendría claro que el Estado o la razón de este implica mantener la estabilidad de la nación. Asimismo, comprendería que el pacto social es fundamental para evitar el estado de naturaleza, o el salvajismo diría Hobbes. Por otro lado, el mandatario se comporta como un monarca absoluto, a pesar de que es presidente de una república.
El poder que ha acumulado y los embates que ha emprendido en contra de las instituciones autónomas son dignas de un absolutista. Por ejemplo, los Tudor desataron revueltas en Inglaterra; Luis XIV, el Rey Sol, se asumió como el Estado. Los límites al poder siempre son desafiados por quienes lo ostentan y se niegan a ser objeto de contrapesos.
Incluso si se retrocede más en el tiempo, la historia de Roma estuvo marcada por emperadores que acechaban a los poderes judiciales y legislativos. Todos conocen a Calígula quien a través de sus métodos demagógicos persiguió a los senadores opositores; por otro lado, Nerón incendió Roma en aras de construir un nuevo palacio. Como podemos ver el autoritarismo no es cosa de una nación, una época o una región geográfica; sino que siempre está presente y cambia con el tiempo.
En los nuevos tiempos, la libertad de expresión es uno de los bienes más preciados para toda la humanidad. Los autócratas del siglo XXI como Vladimir Putin, Viktor Orbán, Recep Tayyip Erdogan. Donald Trump o Nayib Bukele por mencionar algunos han iniciado cruzadas contra el periodismo. La estrategia es denostar los trabajos a través de argumentaciones simplistas o descalificaciones contra las y los reporteros.
México no escapa a esta ola autoritaria del nuevo siglo, López Obrador es uno de los principales impulsores de ataques contra medios de comunicación y periodistas. Sus argumentos oscilan entre los insultos contra medios, periodistas, trabajos y todo lo relacionado a cuestionamientos. Los hechos ocurridos recientemente han dejado al descubierto el talante autoritario del mandatario mexicano, lo cual debe invitarnos a la reflexión.
En general, estos comportamientos deberían despertar indignación, preocupación y obligarnos a cuestionar el devenir de la democracia mexicana. Los tiempos de los monarcas sexenales quedaron en el siglo XX aunque algunos quieran regresarlos. Durante el gobierno de José López Portillo (1976-1982) de No pago para que me peguen no debe regresar, incluso si los mandatarios tienen amplio respaldo. El carisma no es una autorización para atacar instituciones o denostar el trabajo de las y los periodistas.
Estimados lectores les invito a reflexionar sobre los comportamientos del presidente y repensar qué queremos ¿Un monarca absoluto o un presidente que esté sujeto a las leyes y el marco jurídico? … Quizá la respuesta no sea tan complicada.
Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.
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