Nueva (¿última?) novela de Vargas Llosa

Por: Mauricio Flores

Será su último libro…, le preguntaron al peruano (español) Mario Vargas Llosa (1936).

Se ponía entonces en librerías Le dedico mi silencio, novela, con algo de ensayo y reportaje periodístico a la vez, que muchos esperaban ansiosamente.

La respuesta no fue clara, y hubo de esperar hasta la última página de esta nueva obra para asumir la certeza: …creo que he finalizado ya esta novela. Ahora, me gustaría escribir un ensayo sobre Sartre, que fue mi maestro de joven. Será lo último que escribiré.

De modo que, al menos en el apartado de la identificada como ficción a secas, Le dedico mi silencio es la última faena del Nobel de Literatura 2010, autor de un extendido conjunto de obras sostén del llamado boom latinoamericano.

Una despedida que habrán de disfrutan los lectores de Vargas Llosa,  dejando de lado el recuerdo de sus más logrados títulos (solo recordaré dos, Conversaciones en La Catedral y La guerra del fin del mundo) y su misma (in) corrección política, alardeada por sí mismo y desde hace años y en cualquiera de los escenarios posibles.

Nadie arruina su propia obra, dice Cecilia Barraza, uno de los personajes centrales de Le dedico mi silencio.

No lo hace Vargas Llosa, quien nos cuenta en ella las vidas de Lalo Molfino, acaso una de las mayores cumbres de la música originaria peruana, y de quien lo ha atisbado para reivindicarlo en una obra biográfica en curso, Toño Azpilcueta; nudo que se resuelve con la magistral escritura de quien, orgulloso, considera a la música peruana el aporte más sublime.

Cómo fue que Azpilcueta quedó deslumbrado por Molfino.

Hechizo de la imaginación literaria.

Cualquier día, José Durand Flores, el intelectual peruano bien conocido en México, invitará a Azpilcueta a escuchar tocar la guitarra a Molfino, produciéndose en éste una verdadera revelación, que habrá de atarse al convencimiento propio de que será la música surgida y desarrollada en aquel país la que forjará una conexión entre sus habitantes.

Eso es lo que hay tras de los empeños ensayísticos y periodísticos de Azpilcueta, quien, al desconocer el paradero del guitarrista, primero, y de su muerte, después, no escatima voluntades para darle gloria póstuma.

Por supuesto que mucho hay de historia de Perú (y de Latinoamérica) en Le dedico mi silencio (silencio que se rompe al escuchar el rasgar de las cuerdas de la guitarra; silencio como el que solo se experimenta en la tauromaquia).

Vigencia de la música criolla

Y es justo en esa reminiscencia histórica que Azpilcueta verá en la expresión artística lo que otros sintetizan bien, que la música criolla va tener ese papel fundamental: unir a los peruanos.

Una tesis que permite a la narración puntuar fondos como el del lenguaje originario de la región. Había unas mil quinientas lenguas, jergas y vocabularios (…), aunque algunos filólogos hacen subir este número hasta cinco mil y otros se quedan en unos dos mil o algo más.

Sobre ese piélago de lenguajes, vocabularios y jergas en distintos niveles de desarrollo, el español cayó como un rocío que los integró a todos y desde entonces los americanos dejaron de matarse y empezaron a convivir, más o menos pacíficamente.

En tanto avanzan y se materializan las pesquisas sobre Molfino, la narración apuntará a otro de los temas de la esencia peruana, los toros, por ejemplo, que a pensamiento de Azpilcueta no se sabrá bien si tendrán una presencia en la sociedad futura.

Aun así, Toño Azpilcueta defenderá las corridas de toros, consecuente con las tradiciones andinas, es decir, con la unión de las culturas indígena e hispánica.

Porque era allá, entre los pobres de la sierra, donde los toros se habían consubstanciado con las fiestas populares y las tradiciones nacionales. ¿Era el toreo un fenómeno ajeno a la peruanidad?. No, no lo era, esa tesis también iba a entrar en la nueva versión de su ensayo para reforzar la unión —cóndor y toro— de lo indígena y lo español que subsistía en el suelo patrio.

¿Ultima faena de Vargas Llosa?

(Recientemente se han editado varios títulos a sumarse a su biblioteca en el mismo sello Alfaguara, ¡38 libros!: La mirada quieta [de Pérez Galdós], Un bárbaro en París, García Márquez: Historia de un deicidio).

Mario Vargas Llosa, Le dedico mi silencio, Alfaguara, México, 2024, 304 pp.

@mauflos