El bajo nivel de los partidos políticos
Esta vez no me refiero a los debates presidenciales o por la jefatura de gobierno, sino a la actuación de los representantes legislativos y de los partidos políticos en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE). Principalmente a lo largo de este sexenio ha sido el oficialismo quien ha hecho que el nivel de debate sea tan bajo y burdo, que pareciera que la herradura de la democracia se ha convertido en la cantina de la politiquería
Por: Sebastián Godínez Rivera
En democracia la deliberación es parte fundamental para el intercambio de ideas y el contraste de propuestas políticas. Desde las polis griegas hasta los grandes debates del siglo XX y XXI, la palabra ha estado presente en el quehacer político, sin embargo, en México hemos visto la caída del nivel de argumentos estructurados a acusaciones sin fundamento y descalificaciones.
Esta vez no me refiero a los debates presidenciales o por la jefatura de gobierno, sino a la actuación de los representantes legislativos y de los partidos políticos en el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE). Principalmente a lo largo de este sexenio ha sido el oficialismo quien ha hecho que el nivel de debate sea tan bajo y burdo, que pareciera que la herradura de la democracia se ha convertido en la cantina de la politiquería.
En cada sesión del Consejo General se abordan diversos temas en el orden del día y es aquí cuando algunos representantes aprovechan el espacio para amedrentar consejerías y señalarlas de fraudulentas o parciales. Por ejemplo, a Jaime Rivera le han dicho que él va a la herradura a defender al PAN y su proyecto político; las consejeras Dania Ravel y Claudia Zavala han sido descalificadas por su labor acusándolas de servir a Lorenzo Córdova; la consejera Carla Humphrey no ha quedado exenta de los embates por el primer debate y los señalamientos de atender a intereses creados.
Por otro lado, los consejeros Martín Faz y Uuc-kib Espadas han sido descalificados en el debate por sus posiciones que defienden al instituto. Finalmente, el consejero Arturo Castillo no se ha salvado de estos embates, sobre todo por los recientes hallazgos con el voto de las y los mexicanos en el extranjero, los cuales presentaban anomalías. Estas acciones son producto de la polarización y los síntomas del nuevo autoritarismo que pretende instaurarse en México.
La intolerancia de los representantes Sergio Gutiérrez Luna de Morena, Gerardo Fernández Noroña del Partido del Trabajo y en algunas ocasiones de Hiram Hernández del Partido Revolucionario Institucional, son los impulsores de la politiquería. En las sesiones del Consejo General hemos presenciado cómo se ha amenazado a las consejerías de llevarlas a juicio político, descalificar sus argumentaciones e incluso descalificar su labor.
Sin embargo, para pelear se necesitan dos y es aquí donde la oposición cae en el juego del oficialismo y se suma a los intercambios soeces. Es innegable que la deliberación puede subir de tono, pero esto no implica la pérdida de la civilidad democrática de los actores políticos. Empero, si los apodos, gritos y descalificaciones se sobreponen a los argumentos entonces estamos perdidos.
Es momento de identificar a las dos piezas que han permitido que las descalificaciones se vuelvan parte de la herradura de la democracia. En primer lugar, la presidenta del INE, Guadalupe Taddei Zavala, debería poner orden ya que es la cabeza de la autoridad electoral y por ende, quien debe hacer que el respeto prevalezca dentro del consejo. Lamentablemente, la presidenta permite que los partidos políticos se desvíen del tema central y cada quien aborde los tópicos o agendas propias. Asimismo, ha permitido que los representantes traspasen los límites del respeto con las consejerías, luego entonces, los partidos se sienten con la autoridad para descalificar y amedrentar.
La segunda pieza o las segundas piezas que debemos analizar son los partidos políticos, quienes carecen de la capacidad para abordar temas relevantes en las sesiones del INE. Al revisar la esencia de los institutos políticos mexicanos, nos encontramos con que el debate no es algo que esté en su estructura o en su ADN. A diferencia de otros en el mundo, en México los partidos suelen ser los principales promotores de inhabilitar opiniones y ofender a las instituciones.
Es momento de hacer un balance en la historia electoral y preguntarnos ¿Qué tanto abonan los partidos con su presencia en el Consejo General? Puede que tengan voz, pero no voto en las decisiones de la autoridad administrativa, sin embargo, han surgido las voces que claman por que los institutos vuelvan a tener capacidad de decisión.
Ahora bien, no es posible ignorar que estos son parte del subsistema (electoral) que a su vez pertenece al sistema político mexicano. No obstante, considero que debería replantearse el esquema de los representantes partidistas e incluso quitarles la voz o en un caso extremo dejarlos fuera del consejo. Mi propuesta versa sobre lo siguiente, el economista Albert Hirshman menciona que la voz es algo que debe utilizarse con responsabilidad ya que sirve para convencer al otro, para mostrar inconformidad en torno a una decisión y para la construcción de consensos.
Si en el Consejo General, los partidos no la utilizan con responsabilidad y mucho menos para construir una visión plural ¿para qué la quieren? Cuando se toman decisiones que no gustan a estos y entonces comienzan con amenazas de juicio político o destituciones ¿usan la voz de forma responsable? Finalmente, si sus discusiones no abonan a la democracia, porque versan sobre insultos y politiquería ¿para qué los queremos sentados en la herradura de la democracia?
Los partidos presumen que son parte de la democracia, tienen razón, pero su presencia en el INE no hace más que demeritar la labor electoral y sobre todo mostrar un espectáculo vulgar y burdo. Las decisiones importantes las toman 11 consejerías, pero antes de ellas el debate está plagado de ofensas y apodos que nada tienen que ver con el orden del día, por eso quisiera dejar dos últimas incógnitas a las y los lectores: ¿Es pertinente que las representaciones de los partidos ya no tengan voz en el Consejo General? o ¿Deberíamos transitar hacia un esquema como el de la Sala Superior del Tribunal Electoral en el que los partidos no están presentes?
PD. Son estas actitudes agresivas, soeces y simplonas las que fomentan que los partidos descalifiquen el trabajo de la autoridad. Si eso pasa en el Consejo General ¿qué podemos esperar quiénes estamos como trabajadores eventuales, de la rama administrativa y el propio Servicio Profesional Electoral Nacional?
Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.
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