Mapocho, narrativa necesaria

Por: Mauricio Flores

Dos hermanos, la Rucia y el Indio, vuelven después de muchos años a la ciudad de su infancia.

Algo recuerdan de aquellos tiempos.

Pero resulta que ese algo, contradicho de los días de juego y golosina, tiene que ver con el dolor.

Mucho dolor.

Justo en la etapa de “cuando el barrio se llenó de milicos”.

Así es.

Habrá vaticinado el lector, la lectora.

Mapocho, la primera novela publicada por la chilena Nona Fernández (1971) hace una década y ahora incluida en el catálogo del Fondo de Cultura Económica, es una narrativa que gira en torno a un periodo de la historia contemporánea.

El devenir del golpe de Estado que en septiembre de 1973 derrocó al presidente de Chile, “al sur de todo”, Salvador Allende.

Infortunio que, al margen de su explicación socio-económica, en Mapocho se extiende hacia sitios de la propia condición humana.

Un retrato nítido y encarnado de las intimidades de sus personajes.

Reto mayor, éste de inmiscuirnos en la humanidad de hombres y mujeres, que encontró en la circularidad narrativa un mecanismo ideal para transmitirse y alcanzar la siempre buscada verosimilitud.

Como en un carrusel, una referente gráfica se nos regala en la portada del libro, donde trama y personajes van en busca, junto al lector, la lectora, del imaginado punto cero.

Hay también sueños y recuerdos en Mapocho.

Las sombras “de una mujer que decidió transformase en madre…”

Las sombras de un padre que practica trucos de magia hasta que desaparece así, chst, como por magia…

Las sombras de una estación que duerme, puesto que “ya no hay trenes, campanadas, ni siquiera algún riel suelto que haya quedado como recuerdo…”

Las sombras de un exilio disfrazado de “vacaciones forzadas…”

Las sombras de Lautaro y Valdivia, insertos en el pasaje histórico, que cobran vida tras el farrago guerrero. La sangre en plaza de armas…

Las sombras de las vírgenes protectoras, “no todas las vírgenes son iguales”, Concepción, Carmen, Lourdes y una más, muy especial, que siempre le dará la espalda a la Rucia y el Indio y los habitantes del perdido barrio santiaguino…

Las sombras de los futbolistas, presos en su propia cancha por los guardias militares, luego tirados sus cadáveres al Mapocho, que ante el horror deciden cantar su himno deportivo…

Nunca dejamos de cantar

“No importaba que los guardias nos amenazaran con sacarnos la cresta. Todos los presos cantando, haciéndose barra para no perder el valor. Dicen que vinieron los disparos al techo, los palos a diestra y siniestra. Dicen que nos echaron hasta los perros, que nadie se salvó de un mordisco. La gran cagada. Graderías hechas mierda, arcos destrozados. Todo, cualquier cosa podía ser un arma para defenderse. Rompimos hasta los focos, no dejamos nada en pie. Dimos la pelea y nos sacaron la mierda. Pero nunca dejamos de cantar.

Nunca”.

Todo siempre en la ciudad de Santiago de Chile y en torno a su rio Mapocho (el mismo donde “mueren los gatos y en el medio del agua tiran los sacos, pero en las poblaciones con la tormenta, hombres, perros y gatos es la misma fiesta”, cantó antes Víctor Jara).

Ahora reeditada, Mapocho respeta “esa rabia antigua que se lee y espero nunca se pierda”, dice Nona Fernández, ganadora de importantes premios literarios y también autora de Space Invaders (FCE), Chilean Electric, La dimensión desconocida, Voyager y Preguntas frecuentes.

Novela que, añade la autora, bien pueda servir para hacer una fotografía, un libro, un poema, una pancarta, un discurso, un desmadre colosal que por fin eche abajo todos los diques de contención”.

Narrativa necesaria.

Nona Fernández, Mapocho, FCE, México, 2022, 232 pp.

@mauflos