Sí, yo anduve con Villa…

Por: Mauricio Flores

Qué poquitos quedamos, les habría dicho su general Francisco Villa, el revolucionario del pueblo.

Trescientos forajidos se adentraban (1916) por el territorio chihuahuense, luego de haber consumado tal vez la más osada acción, hasta entonces, en contra del imperio norteamericano.

No se desanimen, añadiría Villa, les prometo a ustedes y a mi raza que siempre tendrán jefe [y] puedo asegurarles que me encuentro dispuesto a pelear contra Carranza hasta cuarenta años más.

Palabra incumplida puesto que Villa, había nacido en 1878, sería abatido siete años después (1923) por los rumbos de la hacienda de Canutillo, sitio de retiro y amparo tras campañas de esplendor durante su intervención en la tercera gran transformación de la sociedad mexicana.

Atrás quedaron los momentos gloriosos del villismo, narrados ya en otros espacios, pero sí de registrar esa última fase del revolucionario se tratase, llamémosle de ocaso, le correspondió al chihuahuense José María Jaurrieta, un jovencísimo militar que se incorporó a sus filas ganándose la confianza y la cercanía de originalmente llamado Doroteo Arango.

Estampas que llevó al papel bajo el título Seis años con el general Francisco Villa, libro que se publicó por primera vez en el lejano 1935 y que, tras fallidas recuperaciones editoriales, circula bajo el sello del FCE con prólogo de Jesús Vargas Valdez en la colección Historia.

Son casi cincuenta vistas que dan cuenta de las diferentes acciones militares emprendidas por las tropas de Villa entre 1916 y 1920, mediante muy buena prosa narrativa, como advierte el presentador, siempre carentes de frases recortadas y palabras bellas.

Una obra que, resumida por el propio autor, lleva la verdad histórica de los trágicos acontecimientos que presencié en aquella cruenta y despiadada lucha contra Carranza.

Conocido el desenlace que Villa y el villismo tendrían en la última etapa de la Revolución Mexicana, Seis años con el general Francisco Villa, de suyo ejemplo de objetividad apasionada, puede leerse como un libro amargo.

Son las narraciones de un joven que se adentra en una realidad violenta y adversa.

¿Qué anda haciendo aquí, chamaquito? ¿Qué no sabe que en esta vida he visto llorar y rajarse a hombres?, le diría Villa a Jaurrieta.

Le respondí con un movimiento de cabeza, escribe éste en Seis años con el general Francisco Villa, que no recuerdo si fue afirmativo o negativo: tal era mi susto y la emoción intensísima que me embargaba al verme frente a frente con el famoso Pancho Villa, de quien tanto había oído hablar por los años de 1907 y 1908; con el coronel Villa que había ayudado de una manera decisiva al señor Madero en la revolución de 1910; con el brigadier Villa, dando la memorable carga de caballería en Rellano; la que determinó la derrota de los orozquistas; con el general de división Francisco Villa, abriéndose paso victorioso hasta la capital de la república; con el extraordinario jefe del Cuerpo de Ejército del Norte derrotado en Celaya y en León; con el bandido Villa, calificado fuera de la ley por los tribunales carrancistas y la prensa norteamericana.

Otros textos, instantáneas de Torreón, Chihuahua, San Felipe, Lerdo, Gómez Palacios, Parral, Sabinas, Durango… van contando las bajas y las deserciones en las filas villistas, y hasta el fallido intento de matar o capturar a el primer jefe, Carranza, en la misma Ciudad de México.

Tras Carranza en Ciudad de México

Abordamos el tren de México a la hora anunciada…. Muchas mañanas le seguimos en su paseo a caballo…. Un mes con sus días seguimos al primer jefe en sus paseos al Bosque de Chapultepec…. Otro de los encargos que llevábamos era conseguir 50 uniformes de guardias presidenciales para vestir a los Dorados el día del zafarrancho…. Un mes esperamos el correo de Villa y nada….

(Carranza morirá, producto de una emboscada, 1920, en Tlaxcalaltongo, Puebla).

¿Anduvo usted con Villa?, le preguntarían a Jaurrieta.

Sí, anduve, escribe en Dos palabras como punto final.

Llegué, sí, en el momento de escalar la montaña en busca de un refugio seguro [atrás habían quedado los carros pulman y las vastas proveedurías] donde pasar la noche invernal, cobijados únicamente por los pliegues de una bandera derrotada pero muy querida, porque simbolizaba, en el norte, con Villa; y en el sur, con Zapata: el hambre de la república mexicana.

Eso sí, acota el joven cronista, muy lejos de esa maldita camarilla de aduladores que invariablemente envuelven a los caudillos triunfantes.

José María Jaurrieta, Seis años con el general Francisco Villa, FCE, México, 2023, 286 pp.

@mauflos