Paul Auster, in memoriam

Por: Mauricio Flores

De acontecer, cuestión a la vista poco probable, Paul Auster (1947-2004) no mirará una segunda revuelta estudiantil, amplia y prolongada, como la que atestiguó en su juventud y dejó narrada en una de sus últimas novelas publicadas, 4 3 2 1, ambiciosa estructura literaria con la que me quedo de entre los muchos títulos del norteamericano acumulados.

Paradojas de la existencia, el deceso del escritor llega al momento en que la fuerza pública irrumpe violentamente en el campus de la Universidad de Columbia, antes ocupado por los estudiantes en protesta por la guerra de Israel en Gaza.

El hubiera no existe, dicen por ahí.

Sí en la literatura, parece contestarles Auster.

Nadie escapa al destino personal y colectivo.

Al sino del escorpiónque describió Revueltas.

Que apoyado en dialéctica que renuncia a la enajenación echa por tierra aquello de que lo imposible no está en nuestras manos.

Claro que está, basta imaginarlo y trasladarlo a la realidad, vivirlo y llevarlo a la literatura para demostrar que las posibilidades de nuevas, mejores circunstancias están a la vuelta de una esquina, en la mano y el corazón del otro.

Uno (lector) comienza adentrarse en 4 3 2 1 y debe tener un poco de paciencia para sortear con bien la extendida y algo embrollada genealogía de su personaje central, un tal Ferguson, nacido como el autor en el mismo 1947.

Esfuerzo que tendrá inmediata recompensa al encontrarnos de frente con la piel y el alma de ese joven, a su vez otros, y con las relaciones que a lo largo de sus varias existencias teje con miras a la conformación de una existencia con los otros y una nueva relación consigo mismo.

Ese otropersonaje, Archie, se le conoce en diferentes momentos, que acompañado de alternas presencias caminará los años 50 y 60 de una Norteamérica inserta en un mundo irracional que asesina a sus presidentes, legisla en contra de sus ciudadanos y envía a sus jóvenes a morir a guerras inútiles. El país del beisbol o el futbol americano, del cine, aún vigente para esos años, de Groucho Marx o de Laurel y Hardy. De una ciudad, la Nueva York que lo imanta a partir de su densidad, inmensidad, complejidad.

No se necesita buscar demasiado en la biografía finita del mismo Auster para afirmar que 4 3 2 1 tiene buenas dosis de estampa propia: algo desgarrador, exigencia de ser a la vez cálido y frío.

En especial cuando extiende la relación que los distintos Ferguson tienen con los mundos de la literatura, y la que miles de jóvenes más tuvieron, en Estados Unidos y distintas ciudades el mundo, con los acontecimientos de 1968.

Espera la hora

Eléctrico despertar, horamexpectaveniet (espera la hora, que vendrá), leerá en el Reloj de Sol el recién ingresado a la Universidad de Columbia.

Es cuando, relatados los antecedentes y el desarrollo de la revolución en miniatura, la protesta estudiantil más amplia y prolongada de la historia de Estados Unidos, uno (lector) descubre el destino de uno de los diferentes Ferguson.

La enormidad que nadie esperaba que ocurriera, lo que nadie había imaginado que sucediera nunca, estaba pasando de todas formas inesperadas e inimaginables en que suelen producirse las cosas. Tal vez el mejor de todos, aun cuando Amy, su pareja, decida terminar su relación crucificándolo delicadamente.

Éste, uno de los acasos para ese espécimen de la infancia norteamericana de mediados de siglo, uno y distintos Ferguson, que Auster escogió.

Paul Auster, 4 3 2 1, Seix Barral, México, 960 pp.

@mauflos